19 octubre 2007

EN BUSCA DE LA TRASCENDENCIA

[Los más finos analistas no dejan de destacar algo que llama la atención: el aluvión de libros que, en poco tiempo, se han publicado sobre temas religiosos. Indico sólo algunos: J. A. Marina (“Dictamen sobre Dios. Por qué soy cristiano”, Anagrama), F. Savater (“La vida eterna”, Ariel), Onfrai (“Tratado de ateología”, Anagrama), R. Dawkins ("El espejismo de Dios", Espasa-Calpe), G. Vattimo (“Después de la cristiandad. Por un cristianismo no religioso”, Paidos), P. Singer (“Liberación animal”, Trotta), L. Giussani, Gauchet, Ferry, etc, etc..

”Dios se ha puesto de moda”. Así titula José Francisco Serrano Oceja un artículo en el que después de señalar que este año "nos ha traído una ristra de libros, ensayos y artículos sobre Dios", se pregunta: "¿Es Dios un tema recurrente que aflora por temporadas? ¿Acaso esta afluencia de novedades editoriales sobre Dios es una manifestación de la necesidad que habita en el hombre? ¿Pero no quedamos en que estábamos satisfechos con lo que tenemos, con nuestra calidad y cantidad de vida? ¿Qué falta nos hace pensar sobre Dios si es más cómodo vivir como si Dios no existiese?”

Alejandro Llano ha escrito también un libro cuya lectura recomiendo a los lectores de arguments: En busca de la trascendencia. Encontrar a Dios en el mundo actual. (Ed. Ariel, Madrid, 2007, 165 pp.).

En un artículo publicado en Alfa y Omega decía Llano: "La muerte se oculta. Al enfermo terminal se le esconde la proximidad de su fallecimiento y a su entorno sólo parece preocuparle que sufra. (…) Y en cuanto se produce el óbito, desaparece el cadáver de la vista, y se le entierra en un cementerio de las afueras con aspecto de parque inglés.”

Manifiesta el autor que esta banalización de la muerte es uno de los motivos que le han llevado a escribir este libro en el que trata de “mostrar la estrecha conexión que existe entre nuestra esperanza en la vida futura y el convencimiento de la existencia de Dios.” (…) “Ambos aspectos del misterio de la vida —Dios y la vida futura— se encuentran estrechamente vinculados. Si Dios deja de ocupar un lugar central en la concepción del mundo, la esperanza en una eternidad ante Su rostro tiende a desvanecerse. Y con ello, el sentido de nuestra existencia se esfuma.”

Comenta Alvaro Lozano: “Sugerente, profundo, dialógico y provocativo. De modo que no te deja indiferente, pues aunque toca temas para algunos muy sabidos y para otros ni planteados, lo hace de tal modo que permite ver la incertidumbre de unos, la ceguera de otros y la ignorancia de todos.”

A su vez, Carlos Ortiz de Landázurien una extensa y detallada reflexión que hace al hilo de este libro— dice que Llano somete a “las distintas críticas de sentido a un intenso dialogo recíproco, mediante un desdoblamiento en el papel de ponente y de opositor de sus respectivas propuestas, a fin de poder justificar así una posible conciliación entre ellas. Se pretende resolver así el gran dilema que el posmodernismo filosófico establece entre una de estas dos posibilidades recíprocamente incompatibles, a saber: o bien se invalida totalmente el método paradójico de la metafísica o filosofía primera aristotélica (…); o bien se toman estas paradojas como una oportunidad única para iniciar una nueva prolongación de este tipo de análisis de presupuestos, iniciando así una nueva búsqueda de la trascendencia.”

Y más adelante: “…se comprueba como estas paradojas son un rasgo específico del peculiar modo de acceder a tres problemas metafísicos profundamente interrelacionados, como son el hallazgo de la verdad en condiciones de libertad, la existencia de Dios y la inmortalidad personal.” (…) “Sólo caben dos posibilidades: o bien se da una respuesta conjunta de todos ellos, ya sea por vía racional o con ayuda de la Revelación; o bien se declaran de imposible resolución y en consecuencia se fomenta un relativismo cada vez más escéptico...”

Y en la conclusión de su crítica manifiesta que sin duda las propuestas de Llano son muy esclarecedoras del momento presente, a la vez que resultan muy provocativas.

Guillermo Arbizu escribe en El Semanal Digital: “El filósofo Alejandro Llano ha escrito un libro que me hubiera gustado escribir a mí. (…) Llano cita a Karl Jaspers: "La tensión hacia la trascendencia es lo propio o constitutivo de la existencia humana". O cita al poeta Miguel d´Ors: "Tropiezan con Dios en cada cosa: / un niño: Dios; una gaviota: Dios; / una mujer que dice: Yo también: / Dios, un buen verso: Dios. Pero eran ciegos, / sordos, inexplicables, / y negaron a Dios como quien niega / el mar o las manzanas". Un texto escrito con una gran claridad expositiva y con apasionada perspicacia. Y es que sin ese afán de buscar la esencia divina de las cosas ya me dirán ustedes, por ejemplo, en qué diantre queda tanta literatura —fruto siempre de una vivencia interior, de una aspiración, de una espera—, tanto libro y tanto relumbrón de escaparate. En fin, tal vez encontremos alguna respuesta aquí, entre líneas.”

Como se ve, no son pocos los testimonios que animan a leer el libro de Alejandro Llano. Ahora aportamos otra reseña de Tomás Baviera, Director del Colegio Mayor Universitario La Alameda (Valencia, España), escrita especialmente para arguments.]

# 410 Varios Categoria-Varios: Etica y antropología

por Tomás Baviera

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“¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos?” Así empieza una canción que cantaba Siniestro Total a mediados de los años 90. Esta canción es el pórtico del libro de Alejandro Llano En busca de la trascendencia. Encontrar a Dios en el mundo actual. Estas tres preguntas compendian los grandes interrogantes que todo el mundo se ha formulado, y no únicamente los que disfrutábamos de la música de Siniestro Total.

Alejandro Llano ha escrito su libro más corto. Y a mí me parece que ha escrito su libro más políticamente incorrecto. No porque falte al respeto del lector, sino porque trata el tema que más se evade actualmente: la cuestión de Dios.

El planteamiento de esta cuestión es sincero: el autor no pretende convencer al lector y así lo manifiesta en el prólogo; desea simplemente compartir sus reflexiones sobre Dios con las objeciones que le van surgiendo al hilo de sus argumentos. Ciertamente puede haber alguna parte del texto más ardua de leer, pero el lector agradece la honradez del autor de no evadir cuestiones complejas con un lenguaje asequible para todo el mundo. Llano conversa con el lector, y –como ocurre siempre que uno habla con él- entre sus reflexiones afloran recuerdos y anécdotas personales que no sólo ilustran lo que dice sino que acompañan la lectura con una sonrisa.

El libro está dividido en tres partes. La primera contiene la clave de todo el libro: la búsqueda de la trascendencia requiere de la conversión a la realidad. Trascender significa superar, traspasar los límites de nuestro conocimiento inmediato. La segunda parte del libro trata de la realidad externa al hombre y la tercera de la realidad interior de la persona, como ámbitos del encuentro con Dios.

El autor distingue agudamente entre dos modos de pensar: uno marcado por la certeza, el otro por la verdad. La seguridad que conlleva la certeza viene como consecuencia de la eficacia del método aplicado. En cambio, la verdad no se ajusta a un método. Para pensar de modo adecuado a la verdad, lo decisivo es la realidad existente, y la forma de acceder a ella es mediante la búsqueda. Para encontrar a Dios no se requiere demostraciones o un método científico de última generación: se necesita partir del punto adecuado.

Llano recuerda aquella intuición tan fecunda de Gabriel Marcel: la distinción entre problema y misterio. El problema se resuelve gracias a la aplicación del método oportuno. ¿Y qué ocurre con el misterio? ¿Qué pasa cuando tratamos de conocer al hombre? ¿Estamos ante un problema o nos encontramos ante un misterio? Si estamos ante un problema, seremos capaces de formular una solución que explique lo que inicialmente teníamos planteado. Pero si el hombre es un misterio, si es un enigma para sí mismo, ¿cómo podrá conocer la verdad? El autor habla de la búsqueda de respuestas para ese enigma. Por eso no se deja ninguna, desde el origen del hombre y su peculiaridad en el universo, hasta una de las grandes ausencias en la sociedad actual: la muerte. Y esa búsqueda debe estar marcada por una actitud esperanzada de que efectivamente podemos captar cada vez con más profundidad ese misterio que somos.

Es de agradecer un intento como el de Llano. Y es más de agradecer todavía las muchas pistas que da para esa búsqueda personalísima que todos hemos de hacer por nuestra cuenta. Apuntaré una de ellas, que permite orientarse intelectualmente cuando uno se aproxima al misterio del hombre: la realidad tiene sentido de regalo. Caer en la cuenta de esto supone mirar de otro modo. Para encontrar a Dios en el mundo actual, el autor propone un camino que permite ir más allá del mero conocimiento. Las preguntas del pórtico del libro tienen una llave que se nos desvela en la última frase: “el amor es la llave que abre la puerta del conocimiento”.

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