24 noviembre 2005

POLITICA SIN DIOS

[George Weigel es profesor de ética y teólogo católico, especializado en áreas como Doctrina Social, Religión & Democracia y Libertad Religiosa. Compagina el trabajo académico con el periodismo y la publicación de libros. En Estados Unidos es uno de los comentaristas más prestigiosos sobre temas de vida pública, política y religión. En Europa se le conoce sobre todo por ser el autor de un monumental estudio sobre la vida, el pensamiento y la obra de S.S. Juan Pablo II: Witness to Hope: The Biography of Pope John Paul II. Se publicó en 1999, con extraordinario éxito, simultáneamente en inglés, francés, italiano y español. Al año siguiente salieron las ediciones en polaco, portugués, eslovaco, checo y esloveno; en 2001, la versión rusa; en 2002, la traducción alemana; y ahora está en preparación una edición en chino.

Pero Weigel, además de ser autor de esa gran biografía de Juan Pablo II y de innumerables comentarios en los diversos medios, ha publicado otros dieciseis libros entre los que se incluyen: Catholicism and the Renewal of American Democracy (1989), The Final Revolution: The Resistance Church and the Collapse of Communism (1992), Soul of the World: Notes on the Future of Public Catholicism (1994), The Truth of Catholicism: Ten Controversies Explored (2001), The Courage To Be Catholic: Crisis, Reform, and the Future of the Church (2002), Letters to a Young Catholic (2004), and The Cube and the Cathedral: Europe, America, and Politics Without God (2005).

Precisamente publicamos ahora tres artículos sobre este último libro que en la traducción española lleva como título «Política sin Dios. Europa y América, el cubo y la catedral» (Ed. Cristiandad, Madrid 2005, 172 páginas).

El primero de los artículos procede de la pluma de Juan Manuel de Prada ("Europa claudicará", ABC, 1-VIII-2005). El segunto comentario está escrito por Father John McCloskey. Finalmente, incluimos una reseña que ha publicado Don Pedro María Reyes Vizcaíno en su web-site de información sobre derecho canónico.

Pensamos que los tres artículos se complementan y sirven para hacerse una idea cabal sobre el contenido de este libro, que animamos a leer. En su brevedad, es capaz de ayudar a pensar sobre la verdad de las cosas -Dios, la libertad, la sociedad, la política, etc.- y también, por tanto, permite valorar mejor la patología laicista en la que estamos inmersos.]

#233 Varios Categoria-Varios: Etica y Antropologia

por George Weigel
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I.- Juan Manuel de Prada

Escribía hace unas semanas que Europa ha perdido la confianza en los valores y principios que fundaron su fuerza; este naufragio en las aguas del relativismo la torna más predispuesta a la claudicación. Leo en estos días un suculento libro de George Weigel, Política sin Dios (Ediciones Cristiandad), que fervorosamente les recomiendo. En él me tropiezo con una cita de Solzhenitsyn que logra designar sucintamente la razón del mal que corroe Europa: «Los fallos de la conciencia humana, privada de su dimensión divina, han sido un factor determinante en todos los mayores crímenes de este siglo, que se iniciaron con la Primera Guerra Mundial, a la que se remontan la mayor parte de nuestras desgracias. Esa guerra [...] se produjo cuando Europa, que por entonces gozaba de una salud excelente y nadaba en la abundancia, cayó en un arrebato de automutilación que no pudo más que minar su vitalidad a lo largo de, por lo menos, todo un siglo y quizá para siempre. Esa realidad sólo puede explicarse por un eclipse mental de los líderes de Europa, debido a la pérdida de su convicción de que, por encima de ellos, existía un Poder Supremo».

Las palabras de Solzhenitsyn, que explican la progresiva decrepitud de Europa a lo largo del siglo XX, adquieren una significación aún más nítida y dolorosa en los albores del siglo XXI. Una civilización sólo es grande cuando la animan ideas trascendentes. La magnitud de los logros culturales alcanzados por un pueblo depende de la altura de sus aspiraciones espirituales. Basta contemplar el páramo espiritual de la Europa contemporánea, donde un día floreció la más elevada forma de civilización, para entender que su fin está próximo. No hará falta que ningún ejército islámico la invada y conquiste; bastarán unas cuantas bombitas, sabiamente dosificadas aquí y allá, para que Europa se entregue definitivamente a «ese arrebato de automutilación» al que se refería Solzhenitsyn. Europa capitulará porque ha renegado de Dios, porque cada vez un mayor número de europeos, desgajados del patrimonio que la historia les ha confiado, carecen de raíces espirituales. Este vacío interno se plasma en un desdén por la ética y la correspondiente obsesión por los privilegios y los intereses personales. Una sociedad cuyo único objetivo es su propia satisfacción acaba destruyéndose a sí misma.

Existe un vínculo directo e indisoluble entre la fe y la voluntad de futuro. Sin fe no hay futuro. Habiendo renegado de Dios, Europa carece de recursos imaginativos y morales para mantener su civilización; carece, incluso, de razones convincentes para perdurar. La relativización del Derecho (convertido en mero instrumento legal para la satisfacción de caprichos, sin fundamentos inmanentes), la fascinación por el suicidio y la eutanasia, las cifras industriales de abortos, el estancamiento demográfico, etcétera, son fenómenos automutiladores que revelan una profunda crisis moral, una descomposición acelerada de los cimientos sobre los que durante siglos se ha sostenido nuestra civilización. El hombre europeo ha llegado al convencimiento de que, para ser moderno y libre, tiene que ser radicalmente secular. Esa convicción ha tenido consecuencias letales para la vida pública europea y para su cultura, convertida hoy en un aguachirle relativista. Los padres fundadores de la Unión Europea -Konrad Adenauer, Alcide de Gasperi, Robert Schumann, Jean Monnet- eran todos hombres religiosos que concebían la integración europea como un proyecto de civilización cristiana. Hoy, ese soñado proyecto ha degenerado en una burocracia cristofóbica. Como decía el salmista, «si el Señor no construye la casa, en vano trabajan los constructores». Europa claudicará, salvo que salga de su eclipse mental y vuelva a reconocer a Dios.

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II.- Fh. John McCloskey


El título original, pasado a subtítulo en la edición española, alude a dos grandes monumentos parisinos: el Arco de la Defensa y la catedral de Notre Dame. Con sospechosa coincidencia, todas las guías turísticas de la ciudad destacan que el templo gótico cabría entero en el interior del gigantesco cubo levantado para conmemorar el bicentenario de la Revolución Francesa. La observación parece ser la imagen de una tesis histórica e ideológica: la Ilustración engullendo los siglos de cultura católica que configuraron a Francia. Weigel se pregunta cuál de las dos culturas serviría de cimiento moral más sólido para la democracia: "¿La cultura que ha sido capaz de construir un cubo como éste, tan sobrecogedor, tan racional, tan preciso en la geometría de sus ángulos, pero en última instancia carente de personalidad, o la cultura que construyó las bóvedas, los pináculos, las gárgolas, los arbotantes exentos (...), es decir, las sagradas ‘asimetrías' de Notre Dame y de otras espléndidas catedrales góticas diseminadas por toda Europa?".

En este libro, quizá el mejor –y más breve– de los que ha escrito hasta ahora, George Weigel ofrece una perspicaz crítica de los problemas de esta Europa actual que se aparta de sus raíces cristianas. Pretende hacer un análisis aleccionador para sus compatriotas, pues –señala– aunque Estados Unidos presenta una religiosidad más viva, comparte con Europa los mismos males de fondo y podría seguir el mismo camino. Weigel menciona, por ejemplo, un régimen de aborto legal en que una especie animal en peligro de extinción está más protegida que un niño no nacido; pornografía; altas tasas de divorcio y nacimientos extramatrimoniales; la incapacidad de debatir asuntos como el matrimonio o la investigación con embriones en términos que no sean sentimentales o utilitaristas...

Al buscar las raíces de la mentalidad presente, Weigel subraya el prolongado empeño por reescribir el pasado, para suprimir todo lo que contradice la interpretación secularista de la historia. Así, se silencia el papel decisivo de estadistas católicos en la construcción de la unidad europea tras la II Guerra Mundial. Sobre todo, se asigna a la Ilustración todo el mérito del proyecto democrático, mientras se niega su arraigo en el suelo cristiano de la Europa anterior, calificada de "Edad Oscura", siglos desperdiciados, llenos de superstición papista y barbarie.

Al final, Weigel muestra que una cultura totalmente secularizada, que ha desarrollado una aguda alergia a la verdad moral, no podrá bastarse para sostener los valores de la libertad y la democracia. Y, vista la evolución de Europa, el autor es pesimista, aunque se manifiesta ansioso de que el porvenir le refute. Entre otros motivos de esperanza, anota los nuevos signos de vitalidad cristiana entre hijos de veteranos del 68 que vuelven a la fe. Pero esto no me parece suficiente, si en las próximas décadas no se traduce en un gran número de católicos consecuentes que influyan seriamente en la cultura europea.


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III.- de D. Pedro María Reyes Vizcaíno

En este libro el autor comenta los últimos acontecimientos internacionales y el visible distanciamiento entre la política europea y norteamericana, que en los últimos años parecen haber aumentado. La Constitución europea, la crisis de Irak, el posible ingreso de Turquía en la Unión Europea, el velo islámico en las escuelas francesas, entre otros, dan pie a caracterizar dos visiones culturales de la sociedad, una marcadamente laicista y otra que responde al sentido cristiano de la sociedad.

Comparando dos grandes monumentos de París de dos épocas bien distintas (el gran arco de La Défènse y la catedral de Notre Dame), George Weigel concluye que son la expresión artística de concepciones distintas del papel de la religión en la sociedad, una que pretende expulsar a Dios de la vida pública de la sociedad -o mejor dicho que ignora a Dios- y otra que lo admite. A partir de ahí extrae conclusiones. El autor mantiene que no hay confrontación entre ambas concepciones, y que buena parte de los males que detecta en la sociedad europea se deben a las contradicciones de la “visión europea” del papel de la religión. Escrito primariamente para lectores de Estados Unidos, el libro tiene la finalidad de advertir que su país no está exento de llegar a los mismos males que aquejan a la sociedad europea, aunque -según el autor- es posible evitarlos.

Jugosas son las consideraciones sobre la situación de la fe cristiana en una democracia. Piensa el autor que el futuro de la democracia depende del respeto de los derechos del hombre, entre los que se deben incluir el de libertad religiosa. El cristianismo seguirá ejerciendo el papel de conciencia crítica y objetiva de la sociedad y le dará a principios éticos y morales, necesarios para una correcta evolución del sistema democrático.

Según Weigel la actual crisis de la civilización tiene su origen en el humanismo ateo que reniega de sus orígenes cristianos, resultando una postura tan lamentable como la de un hijo que reniega de sus padres. Recuerda el autor que no se debe hacer una correlación necesaria entre democracia y relativismo moral: es posible establecer una democracia estable y respetuosa con los derechos humanos, que a la vez tenga sólidos principios morales.

Este ensayo se lee con interés porque interpreta acontecimientos de gran actualidad y se refiere a problemas vivos de la sociedad. El lenguaje es claro y los capítulos son breves. Dirigido primariamente -como ya hemos dicho- a lectores de Estados Unidos, tiene la finalidad de explicar a sus conciudadanos muchas actitudes europeas, además de ser una advertencia. Este libro puede ser útil para comprender, además, muchos acontecimientos importantes desde la caída del Muro de Berlín. Es adecuado para profesores universitarios e interesados en la filosofía política.

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