27 noviembre 2005

LA OLA DE VIOLENCIA QUE HA SACUDIDO FRANCIA

[La violencia ha sacudido varios de los barrios deprimidos de la periferia de París y de otras regiones. Francia ha recobrado la paz tras dos semanas de graves disturbios, aunque pesa todavía la amenaza de nuevas acciones violentas. El presidente francés, Jacques Chirac, ha reiterado como "prioridad absoluta" el restablecimiento del orden.

En total, fueron incendiados unos 4.200 vehículos, se llevaron a cabo 1.250 detenciones y 260 personas fueron condenadas a penas de cárcel, según informes de los ministerios franceses de Justicia e Interior.

En este artículo de arguments, incluimos primero la cronología de los hechos y después un artículo de Nicolás Baverez, titulado “Francia en estado de emergencia”, que fue publicado en ABC (15-XI-2005).

Nicolás Baverez, conocido abogado, economista e historiador francés, ha escrito entre otros los siguientes libros:

  • RAYMOND ARON (1997) - Un moraliste au temps des idéologies
  • LE CHÔMAGE : À QUI LA FAUTE? (2005)
  • COMMENT VA LA FRANCE? (2004) - La grande enquête du ‘Monde’ ( Nicolas Baverez, Daniel Cohen, Jean-Paul Fitoussi)
  • LA FRANCE QUI TOMBE (2003) - Un constat clinique du déclin français

Para Baverez, el Occidente se ha adormilado con la democracia, se ha acostumbrado a las ventajas de ésta y ha pensado que el mundo se podía manejar como si estuviera puesto el “piloto automático”. En Europa y sobre todo en Francia, la democracia está sumida en el desconcierto y el desasosiego. La democracia, al igual que la libertad, no hay que darlas por conquistadas de una vez para siempre: la historia enseña que hay defenderlas y conquistarlas cada día.

Nicolas Baverez causó un hondo impacto en el país galo al afirmar en
La France qui Tombe que no existe la honradez intelectual de reconocer que los modelos del Estado de Bienestar de los años sesenta y setenta han dejado de funcionar y que es preciso cambiarlos.]

#236 Varios Categoria-Varios: Etica y Antropologia

por
Nicolás Baverez
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I.La cronología de los hechos fue la siguiente:

  • 27 de octubre. Dos adolescentes de Clichy-sous-Bois, Bouna Traore, de 15 años, y Zyed Benna, de 17, mueren electrocutados dentro de una subestación, donde se escondieron al creerse perseguidos por la policía. Un tercer adolescente resulta herido. Unos doscientos jóvenes comienzan los disturbios. Quince vehículos son incendiados.
  • 28 de octubre. En el barrio parisino de Chene-Pointu unos 400 jóvenes se enfrentan de madrugada a unos 250 a 300 policías. Siete agentes resultan heridos leves. Una treintena de vehículos son incendiados.
  • 29 octubre. Unas 500 personas marchan en silencio en tributo a los fallecidos. Encabezan la marcha jóvenes que visten camisetas con el lema "Muertos por nada".
  • 30 de octubre. El ministro de Interior, Nicolás Sarkozy, niega que los policías persiguieran a las víctimas y defiende la "tolerancia cero" en violencia urbana. Varios escuadrones de gendarmes son enviados a Clichy-sous-Bois. Los alborotos repuntan en otras zonas como Clychy, Montfermeil y La Forestiére, donde fue lanzada dentro de una mezquita una granada lacrimógena del tipo utilizado por la policía. Seis agentes resultan heridos leves y once personas detenidas.
  • 31 de octubre. Las familias de las víctimas se niegan a reunirse con Sarkozy y piden ser recibidos por el primer ministro Dominique de Villepin. Los disturbios nocturnos en varios lugares cercanos a París dejan un saldo de doce detenidos y varios vehículos y contenedores incendiados. La Policía asegura tener controlada la situación, tras el despliegue de 400 agentes anti-disturbios.
  • 1 de noviembre. Dominique de Villepin recibe a los familiares de las víctimas, en presencia del ministro Sarkozy, y promete aclarar las circunstancias del accidente. Por otra parte, Sarkozy se reúne con funcionarios y concejales de Seine-Saint-Denis. Durante la noche, la violencia se extiende a los departamentos de Seine-et-Marne, Yvelines y Val-d'Oise, donde pequeños grupos en constante movimiento acosan a la policía. Unos 60 coches son incendiados y 12 personas detenidas.
  • 2 de noviembre. En el Consejo de Ministros, el presidente Jacques Chirac pide la "vuelta a la calma" y "respeto a las leyes". El portavoz del Gobierno, Jean-Francois Copé anuncia un Plan de Acción para las zonas urbanas "sensibles". El primer ministro Villepin aplaza su visita oficial a Canadá. Un tribunal de Bobigny (cercanías de París), dicta condenas de hasta diez meses de cárcel en juicios rápidos contra algunos detenidos. Numerosos edificios sufren actos vandálicos: un centro comercial, un parvulario, una comisaría, un cuartel de bomberos y un garaje. Una explosión de madrugada causa importantes daños en una oficina de impuestos en Blaye (norte de Burdeos). Se registran cuatro disparos de bala, dos contra policías y otro contra bomberos. Unos 315 coches son incendiados en una veintena de localidades cercanas a París. En esta séptima noche de disturbios, hubo 41 detenciones. Los detenidos hasta esa fecha son 135, de los que 98 quedaron bajo custodia policial.
  • 4 de noviembre. El primer ministro Villepin se reúne con concejales y representantes de asociaciones locales para buscar "soluciones adaptadas" a los problemas de la periferia. Las familias de los adolescentes electrocutados presentan una denuncia por no asistencia a personas en peligro. Unos 400 vehículos son incendiados en la octava noche de enfrentamientos, de ellos 150 en el departamento de Seine-Saint-Denis. En Trappes un fuego provocado en un garaje calcina 27 autobuses. Los disturbios se extienden a otras ciudades como Dijon (centro-este), y a los departamentos de Bouches-du-Rhone (sureste), Cote-d'Or (este) y Seine-Maritime (noroeste).
  • 5 de noviembre. La novena noche consecutiva de violencia en Francia se salda con 200 detenidos y unos 750 coches incendiados. Los disturbios causan cada vez más daños materiales y se extienden por buena parte de la geografía francesa. Anteriormente, Villepin se reunió con los jóvenes de zonas marginales para buscar soluciones.
  • 6 de noviembre. Hasta la fecha, la jornada más virulenta. Unos 1.290 coches fueron incendiados y se produjeron 312 detenidos. Dos escuelas de Grigny fueron incendiadas. Además de la periferia de Parías, ciudades como Niza o Cannes también registran incidentes.
  • 7 de noviembre. Undécima noche negra en Francia. Varios policías resultan heridos por disparos de escopeta, dos de ellos en estado grave. Arden 1.408 coches y son detenidas 395 personas. El sindicato de policía pide la intervención del Ejército ante lo que califica de "guerra civil".
  • 8 de noviembre. Madrugada de relativa tranquilidad en la duodécima jornada después de la virulencia alcanzada las noches anteriores. Incidentes menores en las afueras de París y otras ciudades como Lyon, Estrasburgo y Burdeos.
  • 9 de noviembre. Tras el decreto del toque de queda el ministro de interior Sarkozy evocó un "descenso bastante sensible" de la violencia urbana. La magnitud de los disturbios fue menor, pero ardieron 617 coches y se detuvo a más de un centenar de personas.
  • 10 de noviembre. Nuevo descenso de la violencia: 394 coches quemados y 169 detenciones. El ministro de Interior francés, Nicolas Sarkozy, pidió la expulsión de los extranjeros detenidos por los disturbios, aunque estén legalmente en el país. Colectivos de vecinos convocaron a una marcha por la paz en la capital francesa. • 11 de noviembre. La violencia disminuyó sensiblemente antes del puente festivo en el país galo. 463 coches fueron quemados en los alrededores de París y se registraron 201 detenciones. También se vivieron algunos incidentes en Toulouse.
  • 12 de noviembre. Punto de inflexión: los disturbios se recrudecen: 502 coches quemados y 206 detenidos en Francia, donde entra en vigor la prohibición de reuniones en la calle durante el fin de semana. Además, se ha registrado graves incidentes en Bélgica.
  • 13 de noviembre. Un agente ha resultado herido en un suburbio de París, donde la Policía se ha visto obligada a intervenir de nuevo. Más de 160 personas han sido detenidas y se han quemado alrededor de 300 coches.
  • 14 de noviembre. La gravedad de los disturbios continúa decreciendo tras el puente festivo en Francia. Incidentes en Lyon, la tercera ciudad del país, donde ha sido atacada una mezquita, y en Toulouse. 271 coches quemados y más de 200 detenidos. La UE se muestra dispuesta a destinar 50 millones de euros para resolver los conflictos.
  • 15 de noviembre. Un total de 162 vehículos fueron incendiados de madrugada, una cifra menor en relación a los 271 automóviles destruidos la noche anterior, según los últimos datos de la policía, que detuvo a 42 personas como responsables de los incidentes.
  • 16 de noviembre. Se mantiene a la baja la violencia. 169 vehículos incendiados, 44 detenidos y ningún agente herido durante esta noche. En la periferia de París fueron quemados 27 automóviles y 132 en el resto del país.
  • 17 de noviembre. La policía dice que se han acabado los disturbios. El número de coches quemados es de 98 en todo el país, lo normal para cualquier noche. Se han practicado 33 detenciones.

II.- Análisis de Nicolás Baverez: FRANCIA EN ESTADO DE EMERGENCIA

... La sublevación no muestra la cara oculta de la sociedad francesa, sino que funciona como una lupa que aumenta y acentúa los rasgos de la descomposición del cuerpo político y social del país...

Igual que la sublevación electoral del referéndum de mayo de 2005 levantó el acta de defunción de una diplomacia francesa cada vez más ingrávida en Europa y en el mundo del siglo XXI, los alborotadores urbanos que golpean desde hace varias semanas a unas 300 ciudades metropolitanas -con un saldo de un muerto, decenas de heridos graves, incendios de algunos edificios públicos y escuelas, comercios y almacenes- marcan la implosión del pseudo- modelo social francés. Es obligado señalar que, si bien los actos violentos han bajado de intensidad, la crisis no está ni mucho menos acabada, ni siquiera bajo control. Y esto por tres razones que se refieren a su naturaleza, sus causas y su gestión pública.

Aunque la intifada de los suburbios franceses no toma de momento la forma de un enfrentamiento religioso, obedece a una revancha contra una lógica de guerra civil entre razas, generaciones y categorías sociales. De ello se deriva un carácter nihilista que se traduce en una huida hacia adelante de las destrucciones, objeto de una competición alimentada por los medios de comunicación y de una movilización en cadena transmitida por internet, así como en la ausencia de toda organización, representación o reivindicación políticas. De ahí la dimensión colonial de esta insurrección que alimenta una espiral de resentimiento y miedo, el sentimiento de exclusión y degradación de las poblaciones surgidas de una inmigración procedente del antiguo imperio francés, y que se nutre del rechazo y el terror creciente que inspiran.

De hecho, esta revuelta no es en absoluto sorprendente, por lo numerosas que han sido las señales de alerta, y sus causas están relacionadas no tanto con las trágicas circunstancias de la muerte de dos adolescentes en Clichy como con un fracaso estructural de las políticas francesas de integración. Francia, desde luego, no tiene el monopolio de las revueltas urbanas -que también han estallado en Estados Unidos y en el Reino Unido-, ni de los enfrentamientos con los inmigrantes -véanse las tensiones crecientes en España e Italia- ni de las dificultades encontradas por las naciones europeas ante el cambio de dimensión y de naturaleza de la inmigración, por una parte, y el aumento de los riesgos terroristas, por otra: el comunitarismo británico, el multiculturalismo holandés, el derecho de sangre alemán, se ponen de igual modo en tela de juicio.

Sin embargo, cinco elementos específicos de Francia explican la violencia de la crisis y la dificultad para encontrar una salida. La intensidad de la segregación social, que concentra a las poblaciones surgidas de la inmigración en 751 guetos urbanos. La magnitud de la inmigración clandestina, que goza de un casi estatuto, de un acceso ampliamente garantizado y gratuito a los servicios públicos. La persistencia de un paro de masas que alcanza al 10 por ciento de la población activa desde hace un cuarto de siglo, pero hasta al 38 por ciento de los jóvenes procedentes de la inmigración y el 70 por ciento de los habitantes de ciertas ciudades en las que se juntan cuatro generaciones de parados. El fracaso probado de las políticas públicas de la ciudad, a pesar de un impresionante esfuerzo económico de 34.000 millones de euros desde 2000; de la educación nacional, con 161.000 jóvenes saliendo cada día sin ninguna formación y por lo tanto totalmente inadaptados a una sociedad de servicio y saber; y del empleo: el descenso de la edad de jubilación, los prejubilados y sobre todo la reducción de la jornada laboral a 35 horas, la subida incontrolada del salario mínimo (que ha aumentado un 25 por ciento desde 1999) y el endurecimiento sin fin del derecho social basado en la protección de una minoría que traslada los riesgos de la precariedad y la exclusión a la mayoría, han realizado la eutanasia del trabajo mercantil, que es el primer vector de la integración, de la definición de las identidades sociales y de la ciudadanía. Por último, la burbuja ideológica mantenida en torno a una concepción universalista y abstracta de la igualdad, que ha disfrazado la implantación de un apartheid social donde la aceleración de las ayudas sociales va a la par de la institución de una sociedad paralela, condenada al paro y a la exclusión, encerrada en la anomia y situada fuera del Estado de derecho.

Un vertiginoso vacío político contrasta con esta nueva manifestación de la mayor crisis nacional que atraviesa Francia. Por un lado, el presidente de la República ha desaparecido literalmente, ofreciendo una demostración añadida de la pérdida de toda legitimidad, así como de su incapacidad no sólo para actuar, sino para tomar la palabra e intentar refrenar el declive del país y la desintegración de la nación. Por otra parte, el Gobierno, organizado en torno a la conflictiva cohabitación entre el primer ministro, Dominique de Villepin, y el ministro del Interior, Nicolás Sarkozy, se ha desgarrado, y está dando más prioridad a la competición que le debilita ante la perspectiva de las elecciones presidenciales de 2007 que a la gestión de los acontecimientos. De ahí un ascenso a los extremos muy discutible en materia de orden público con el recurso a la ley de 1955 sobre el estado de emergencia, que no se había utilizado desde los conflictos de descolonización de Argelia y Nueva Caledonia, y la escasez de medidas en lo que respecta a la integración, que se han limitado a la bajada de la edad de aprendizaje, al hinchamiento de las ayudas sociales y las subvenciones a las asociaciones, a la creación de una agencia nacional para la cohesión social y la igualdad de oportunidades y a la institución de prefectos delegados para la igualdad de oportunidades. Por último, la oposición, entregada a la preparación del congreso de Mans y a la guerra de mociones que hace estragos en el seno del partido socialista, ha permanecido completamente muda.

La falta de liderazgo y de respuestas políticas frente a la insurrección da fe de la total ruptura entre el país y la clase dirigente, lo cual subraya la realidad de una situación pre-revolucionaria en la que la violencia puede desbocarse en cualquier momento. La burbuja demagógica en la que François Mitterrand y Jacques Chirac encerraron a Francia durante un cuarto de siglo ha corrompido a la V República hasta situarla en la situación de la IV República, agonizante frente a las guerras coloniales, pero sin el crecimiento económico y el progreso social, y con paro de masas y enfrentamientos raciales por añadidura.

Hoy no son tanto los barrios, sino Francia, la que se encuentra en estado de emergencia. La sublevación no muestra la cara oculta de la sociedad francesa, sino que funciona como una lupa que aumenta y acentúa los rasgos de la descomposición del cuerpo político y social del país. El nihilismo de una juventud aculturada y desesperada refleja fielmente el cinismo y la irresponsabilidad de los dirigentes. El aumento de la delincuencia acompaña al de la corrupción, comulgando las dos en el desdén por el Estado de derecho. El desprecio por la producción y el trabajo responde al culto de la renta y del ocio. La acumulación de falsas promesas en materia de inmigración, integración y empleo constituye el mecanismo que ha armado la revuelta.

La salida para el nuevo avatar del declive de Francia que constituyen las revueltas urbanas del otoño de 2005 no puede residir ni en un fuerte aumento de la represión ni en el arsenal habitual de ayudas públicas y de la movilización de los servicios del Estado que ya no tienen ninguna forma de actuar sobre la economía o la sociedad. La solución es política, y pasa por una revolución moral e intelectual que supone que los franceses acepten considerar el mundo tal y como es y no como sueñan sus dirigentes, y volver a poner en tela de juicio el autoritarismo de las instituciones, la economía administrada, la sociedad cerrada, el antiliberalismo territorial y la cultura del miedo y de la protección que están en la raíz del declive actual.

Por eso los 18 meses que preceden a las elecciones presidenciales de 2007 son decisivos: o bien al llegar después de la embolia de las huelgas de 1995, la crisis cívica de 2002 y la tragicomedia del referéndum de mayo de 2005, el levantamiento de los suburbios sacude a los franceses y provoca un renacimiento de la clase política, estando en juego la implantación de un programa de reforma liberal que permita a Francia inventar un nuevo compromiso nacional en sintonía con la modernidad del siglo XXI; o bien el país oscilará hacia formas de guerra civil y episodios revolucionarios que lo marginarán definitivamente, no sin provocar un gran riesgo de implosión de la moneda única y agravar la ruptura de Europa.

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