31 mayo 2005

BENEDICTO XVI INSISTE EN QUE EL MATRIMONIO Y LA FAMILIA "NO ADMITEN ALTERNATIVAS"

[En una carta enviada al cardenal López Trujillo, presidente del Pontificio Consejo para la Familia, el Papa Benedicto XVI subraya que el matrimonio y la familia “son insustituibles, y no admiten otras alternativas”. Según anunció el arzobispo de Valencia, monseñor Agustín García Gasco, durante la celebración del Corpus Christi, el Santo Padre asistirá el año que viene al V Encuentro Mundial de la Familia que se celebrará en Valencia en el mes de julio y que fue convocado por Juan Pablo II el pasado mes de febrero. Monseñor García Gasco leyó una carta del Pontífice al término de la misa del Corpus en la Catedral en la que ratifica que el encuentro tendrá como tema “La transmisión de la fe en la familia”. Carta publicada en Zenit (29-V-2005).]

#158 Hogar Categoria-Matrimonio y Familia

por S.S. Benedicto XVI
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Publicamos el texto de la carta del Papa con motivo del
Encuentro mundial de las Familias 2006
, que se celebrará en Valencia (España)



Al Señor Cardenal Alfonso López Trujillo
Presidente del Consejo Pontificio para la Familia

El venerado Santo Padre Juan Pablo II convocó, el 22 de febrero de este año, el V Encuentro Mundial de las Familias en Valencia, España, eligiendo como tema: «La transmisión de la fe en la familia» y señalando como fecha la primera semana de julio del año 2006.

Me es grato renovar la convocatoria de este importante Encuentro Mundial de las Familias. A este respecto, me propongo alentar, como lo hizo Juan Pablo II, la «estupenda novedad» (FC 51), el «Evangelio de la Familia», cuyo valor es central para la Iglesia y la sociedad. Yo mismo tuve la oportunidad de ser el Relator general de la Asamblea Especial del Sínodo de los obispos sobre la Familia, celebrado en Roma en 1980. Fruto de dicha Asamblea fue la Exhortación apostólica «Familiaris consortio», que analiza profundamente la identidad y la misión de la familia, a la que califica como «iglesia doméstica» y santuario de la vida.

Todos los pueblos, para dar un rostro verdaderamente humano a la sociedad, no pueden ignorar el bien precioso de la familia, fundada sobre el matrimonio. «La alianza matrimonial, por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio para toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole» (can. 1055), es el fundamento de la familia, patrimonio y bien común de la humanidad. Así pues, la Iglesia no puede dejar de anunciar que, de acuerdo con los planes de Dios (Cf.Mt 19, 3-9), el matrimonio y la familia son insustituibles y no admiten otras alternativas.

La familia cristiana tiene, hoy más que nunca, una misión nobilísima e ineludible, como es transmitir la fe, que implica la entrega a Jesucristo, muerto y resucitado, y la inserción en la comunidad eclesial. Los padres son los primeros evangelizadores de los hijos, don precioso del Creador (cf.GS 50), comenzando por la enseñanza de las primeras oraciones. Así se va construyendo un universo moral enraizado en la voluntad de Dios, en el cual el hijo crece en los valores humanos y cristianos que dan pleno sentido a la vida.

En esta circunstancia, me complace enviar mi cordial saludo a monseñor Agustín García-Gasco Vicente, Arzobispo de Valencia, Iglesia particular que prepara este Encuentro eclesial y que acogerá a las familias del resto de España y de otros países.

Ya desde ahora encomiendo al Señor y bendigo a las familias que participarán o se unirán espiritualmente a dicho Encuentro. Que la Virgen María, Madre nuestra, que acompañó a su Hijo en las Bodas de Caná, interceda por todos los hogares del mundo.

Vaticano, 17 de mayo de 2005


Benedicto XVI

30 mayo 2005

LA DICTADURA DEL RELATIVISMO

[En este artículo salen a flote algunas maneras de enfrentarse con el fuerte contenido filosófico, cultural y político que encierran algunas expresiones como "dictadura del relativismo" y otras palabras clave como "democracia", "verdad" y "diálogo".

Dice el autor: "En una organización democrática la noción de verdad ha de estar en el centro de la vida pública. Si no hay verdad, no es posible el debate porque la discusión deja de ser un proceso de búsqueda y se transforma meramente en una tramoya del poder. Si no hay verdad, si todas las opiniones valen lo mismo, pierde todo su sentido el pluralismo democrático."

Y también: "Mientras que el relativista no tiene interés en escuchar las opiniones de los demás, quien ama el pluralismo no sólo afirma que caben diversas maneras de pensar acerca de las cosas, sino que sostiene además que entre ellas hay -en expresión de Stanley Cavell- maneras mejores y peores, y que mediante el contraste con la experiencia y el diálogo los seres humanos somos capaces casi siempre de reconocer la superioridad de una opinión sobre otra y de adherirnos a la mejor."

Publicado en Scriptor.org ]

#157 Varios Categoria-Varios: Etica y Antropologia

por Jaime Nubiola, Profesor de Filosofía, Universidad de Navarra
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Hace unas pocas semanas, en la misa previa al conclave que había de elegir al nuevo papa, el entonces cardenal Ratzinger denunciaba con fuerza los vientos del relativismo que azotan nuestra sociedad occidental en las últimas décadas. El relativismo se ha convertido en una actitud de moda, mientras que al "tener una fe clara según el credo de la Iglesia católica" se le despacha a menudo como fundamentalismo. "Se va constituyendo -concluía- una dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo y que deja sólo como medida última al propio yo y sus apetencias". La expresión que acabo de subrayar, "dictadura del relativismo", llamó de inmediato la atención tanto de la audiencia como de la prensa, pues mostraba de manera bien gráfica la formidable capacidad poética del futuro papa que con sólo tres palabras diagnosticaba la enfermedad de la sociedad europea.

Algún periodista nacional consideró que esa expresión era un concepto absurdo, una contradicción in terminis, sin caer en la cuenta de que la combinación de esas dos palabras compone una figura literaria de enorme fuerza expresiva. Como es sabido, se trata de la figura denominada por los expertos oxímoron, (del griego oxys, agudo, y moron, romo, estúpido), en la que mediante la yuxtaposición de dos palabras de significado opuesto se logra expresar un nuevo sentido, un contraste difícilmente alcanzable de otra manera: todos hemos empleado expresiones como "silencio atronador", "luminosa oscuridad", "graciosa torpeza" y tantas otras expresiones parecidas que llenan de sentido y viveza nuestra comunicación. Cuando el futuro Benedicto XVI hablaba de la dictadura del relativismo lo que estaba expresando con brillantez poética es que en nuestra avanzada cultura democrática se está imponiendo por vía de fuerza el principio de que todas las opiniones valen lo mismo, y por tanto, que nada valen en sí mismas, sino que sólo valen en función de los votos que las respaldan.

Aquel mismo periodista argumentaba que "el relativismo es el alma viva del conocimiento científico". Y, exhibiendo un notable desconocimiento de la efectiva práctica científica, añadía: "Sólo quien duda de la exactitud de sus ideas puede sentirse impelido a ponerlas a prueba y, llegado el caso a descartarlas, o a restringir su campo de validez, abriendo paso a ideas nuevas, ellas mismas cuestionables". Nada más alejado de la realidad de la ciencia que esta caricatura. El científico no es nunca un relativista, no piensa que su opinión valga lo mismo que cualquier otra, y, si es un científico honrado, está deseoso de someter su parecer al escrutinio de sus iguales y de contrastarlo con los datos experimentales disponibles. El buen científico está persuadido de que su opinión es verdadera, que es la mejor verdad que ha logrado alcanzar, a veces con mucho esfuerzo. El científico sabe también que su opinión no agota la realidad, sino que casi siempre puede ser rectificada y mejorada con más trabajo suyo y con la ayuda de los demás.

En contraste con el periodista español, una conocida columnista del New York Times, descalificaba al nuevo papa como un absolutista, como "un archiconservador del Jurásico que desdeña la cultura del 'si te parece bien hazlo' y las tendencias revolucionarias nacidas en los años 60 en favor de la diversidad y la apertura cultural". Maureen Dowd en su artículo venía a aliar al nuevo Benedicto XVI con el vicepresidente Dick Cheney en su batalla contra el progresismo liberal norteamericano, del que el New York Times es quizá su portaestandarte. Esto muestra bien el localismo endémico de la prensa norteamericana, pero sugiere también que probablemente el relativismo que denunciaba el cardenal Ratzinger no ha afectado a los Estados Unidos tanto como a Europa. Como reconocía Dowd, citando al profesor de Utah, Bruce Landesman, "quienes sostienen posiciones progresistas no son relativistas. Simplemente están en desacuerdo con los conservadores acerca de que es lo bueno y lo malo".

Efectivamente, en el corazón de la sociedad americana está la convicción de que la democracia es una concepción ética, presidida por un uso comunitario de la razón. En una democracia los asuntos se discuten hasta la saciedad y si no se llega a un acuerdo razonable son finalmente los jueces quienes deciden acerca de la moralidad de un determinado modo de proceder. En una organización democrática la noción de verdad ha de estar en el centro de la vida pública. Si no hay verdad, no es posible el debate porque la discusión deja de ser un proceso de búsqueda y se transforma meramente en una tramoya del poder. Si no hay verdad, si todas las opiniones valen lo mismo, pierde todo su sentido el pluralismo democrático.

No es verdad que todas las opiniones merezcan el mismo respeto. Quienes merecen todo el respeto del mundo son las personas, pero no sus opiniones. Al contrario, tenemos la obligación de ayudar a los demás a mejorar sus opiniones, a cambiar sus convicciones, exhibiendo las razones que asisten a nuestras posiciones morales y sociales para permitirles que se pasen, si lo desean, a nuestro lado. En este sentido, es importantísimo distinguir con claridad entre pluralismo y relativismo. Mientras que el relativista no tiene interés en escuchar las opiniones de los demás, quien ama el pluralismo no sólo afirma que caben diversas maneras de pensar acerca de las cosas, sino que sostiene además que entre ellas hay -en expresión de Stanley Cavell- maneras mejores y peores, y que mediante el contraste con la experiencia y el diálogo los seres humanos somos capaces casi siempre de reconocer la superioridad de una opinión sobre otra y de adherirnos a la mejor.

En última instancia, un relativismo como el que crece actualmente en Europa corroe la democracia porque clausura el diálogo y acaba con el pluralismo. Precisamente un día antes del fallecimiento de Juan Pablo II, el entonces cardenal Ratzinger explicaba en Subiaco en una fascinante exposición acerca de las culturas que hoy se contraponen en el Viejo Continente que, sobre la estela del desarrollo científico moderno, "Europa ha desarrollado una cultura que, de modo desconocido antes de ahora para la humanidad, excluye a Dios de la consciencia pública". Y añadía inmediatamente: "En Europa se ha desarrollado una cultura que constituye la contradicción en absoluto más radical no sólo del cristianismo, sino de las tradiciones religiosas y morales de la humanidad". En sus palabras se advertía de manera luminosa que el relativismo de nuestro tiempo, hijo bastardo de la Ilustración, era el punto de partida de esta cancelación de Dios en la vida pública.

El contraste -aquí meramente apuntado- entre el pluralismo norteamericano ("In God we trust") y el relativismo europeo es sólo una caricatura, pero ayuda a entender bien aquel sugerente oxímoron de la "dictadura del relativismo" del que hablaba con preocupación el Cardenal Ratzinger en la víspera del conclave. El relativismo es la enfermedad más grave de la sociedad europea en el momento presente y considerar la enfermedad como algo saludable es en verdad la peor de las dictaduras.

27 mayo 2005

LE HE MIRADO FIJAMENTE A LOS OJOS

[Se ha hecho creer a la sociedad que el matrimonio homosexual es como un paso adelante en el disfrute de los derechos y que así se resuelve una aparente discriminación injusta. La intención puede ser buena, pero muchas buenas intenciones acaban en verdaderos despropósitos. El autor de este artículo dice, entre otras muchas cosas, lo siguiente: "Casarse es lo último que un homosexual hubiese pretendido hacer..., hasta que se convirtió en reivindicación. Una estupidez reivindicada adquiere un cierto empaque." La conclusión de este texto no tiene desperdicio. Habla del "silencio de los corderos", de la clamorosa pasividad de muchos ciudadanos anestesiados en la sociedad del bienestar, sin deseos de ser etiquetados caprichosa e injustamente de "homófobos", y reclamando -en el mejor de los casos- que los obispos o el Papa digan algo... Dice el autor, catedrático de Derecho Civil: "No es una cuestión religiosa: escupir sobre el matrimonio es escupir sobre el matrimonio de nuestros padres. Y eso es competencia nuestra, o al menos lo era hasta hace poco." La lectura de este artículo me ha recordado lo que Alejandro Llano dice en su libro "Humanismo Cívico": "...la base del humanismo cívico estriba en la convicción de que todo ciudadano, cualquier ciudadano, es capaz en principio de distinguir lo bueno de lo malo en la vida pública: tiene al menos la posibilidad cognoscitiva de discernir entre las leyes justas y las leyes injustas; por lo cual conserva siempre la capacidad, no sólo de criticar las leyes injustas, sino también de desobedecerlas cuando la injusticia es grave y patente". Artículo publicado en El Diario de Navarra (23-V-2005).]

#156 Hogar Categoria-Matrimonio y Familia

por Luis Arechederra Aranzadi, catedrático de Derecho Civil
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He mirado fijamente a los ojos a un homosexual después de darle mi opinión contraria al matrimonio homosexual, y no he visto en ellos ni a un ciudadano de segunda ni a un ciudadano de primera. He visto una persona investida de su imponente dignidad, que ni mengua ni crece por contraer matrimonio con persona del mismo sexo. Dignidad que no le confiere la Constitución; en el mejor de los casos, se la reconoce. El texto constitucional es meramente declarativo, no constitutivo.

He explicado por extenso en otro lugar mi punto de vista como profesor de Derecho civil sobre el pretendido matrimonio homosexual, y no es cuestión de cansar al lector reiterando argumentos. Me limitaré a hacer unas observaciones al filo de la reciente votación en el Congreso de los Diputados. No entiendo por qué el líder de la oposición no se ha empleado a fondo en esta cuestión. Imagino que porque tiene cosas más importantes que hacer, aunque lo dudo. Mucho me temo que no haya querido quemarse en cuestiones menores, olvidando que las cuestiones menores no queman. Tal vez se trate de que tanto él como su partido en realidad no están convencidos de casi nada y se han limitado a votar testimonialmente. En la reforma del divorcio se abstuvieron. Es decir, se adscriben sociológicamente al grupo de los que «no saben, no contestan». Llegados a este extremo, se imponen los puntos suspensivos.

La caída del muro de Berlín fue un acontecimiento histórico del que todavía no se han sacado todas las consecuencias. El tiempo es quien inexorablemente va actualizando la enorme potencialidad del suceso. La valoración de aquel hito es unánime. Es decir, positiva, incluso entusiasta. Pero no deja de ser cierto que afecta de manera dispar a los diversos planteamientos con los que las personas encaran la vida y esbozan su modelo de convivencia. Mientras para unos el muro era repugnante, para otros simplemente iba contra los derechos humanos. Para estos últimos, el alejamiento de lo que significaba el muro supuso un doloroso despegue que todos comprendimos y facilitamos. No se puede vivir de los libros aunque su uso sea imprescindible. Los humanos necesitamos referentes, ver nuestras ideas institucionalizadas. Necesitamos iconos. Y con el muro algunos perdieron más que el muro. Fueron derrotados culturalmente. Y con la derrota iniciaron una penosa y larga marcha con el zurrón de las ideas prácticamente vacío. Primero vino una fervorosa conversión hacia la economía de mercado, pero el mercado presenta el grave inconveniente de su incapacidad de dotar de identidad a quien carece de ella, por lo que hubo que seguir buscando. Es así como la caída del muro llevó a los desposeídos de identidad a hacer suyas todas las causas y a acoger a todos los desamparados que encontraban por el camino. Esta confusa situación les lleva a descalificar, con el fervor de los conversos, a los que no entienden lo que nunca se ha entendido ni se entenderá. Y, si bien en un primer momento comprendimos su desconcierto, hoy vemos con asombro cómo nos llevan a pastar a prados insospechados.

Matrimonio homosexual

El matrimonio homosexual se presenta como un paso adelante en el disfrute de los derechos. La intención es buena, pero, como muchas buenas intenciones, puede acabar en despropósito. La homosexualidad no requiere el matrimonio. Casarse es lo último que un homosexual hubiese pretendido hacer… hasta que se convirtió en reivindicación. Una estupidez reivindicada adquiere un cierto empaque. Un amigo mío dice, y tiene razón, que todos valemos más como problema que como realidad. Cuando la vida nos ningunea, podemos realizarnos por la vía del despecho que nos lleva incluso a «sentir piedad por otros». Posibilidad ésta que explica muchos desencuentros sobrevenidos.

Llama la atención que los mismos que «aligeran el divorcio» para erradicar la violencia doméstica conduzcan a las parejas de homosexuales y lesbianas a un callejón sin más salida que la judicial. ¡Por favor, no los casen! Lo de menos es la desvinculación. Lo grave es que ésta va acompañada de todo otro conjunto de medidas nada fáciles de digerir.

Supongamos que contraen matrimonio un par de lesbianas y que una de ellas se insemina artificialmente y da a luz «dentro del matrimonio». Si el matrimonio homosexual fuese realmente un matrimonio debería entrar en juego la presunción de paternidad, y el nacido sería hijo de las dos. Pero el proyecto de ley no prevé la modificación del art. 108 del Códogo civil, según el cual la filiación «es matrimonial cuando el padre y la madre estan casados entre sí». Por lo tanto, a pesar del matrimonio nos encontramos en una situacion idéntica a la de una pareja de hecho de lesbianas que, una por inseminación artificial y la otra por posterior adopción, ostentan de forma conjunta la patria potestad sobre el hijo. Si pasado el tiempo la pareja se separa, habrá que decidir sobre la guardia y custodia de la criatura. En ese momento la madre biológica contemplará con asombro cómo su «partner» le disputa la guardia, y cuando el juez decida, esperemos, concedérsela a la única madre, tendrá al mismo tiempo que establecer el régimen de visitas de la otra parte. ¿Qué sentido tiene ese régimen de visitas? ¿Qué tiene que contarle a esa criatura una antigua amistad de su madre que no tuvo ni arte ni parte en su concepción y que probablemente ha adquirido la fijación de que la madre es una mala persona? Ese día, la madre lesbiana se dará cuenta de lo que es el matrimonio homosexual. Una madre lesbiana no debe compartir la patria potestad con otra, ni por adopción, aunque se trate de su «mujer». Si en el matrimonio heterosexual, siendo progenitores los dos, esto es una tragedia, ¿por qué hay que trasladarlo a los que no lo son? La demagogia podría fomentar, como se ve, la violencia doméstica. ¿O es que el legislador piensa que el matrimonio homosexual va a ser más estable que el heterosexual?

Matrimonio entre hermanos

Pero vayamos un poco más allá. El coro de ángeles que sigue con embeleso la tramitación de esta ley habla de victoria sobre posiciones numantino-religiosas, de tabúes, etc. Bien, sigamos el dictado de la Constitución y apliquemos el principio de libre desarrollo de la personalidad en ella contenido. Se acabaron las trabas para contraer matrimonio. Por ejemplo, permitamos el matrimonio entre hermanos. Hace ya algunos años, el Tribunal Supremo (Sala de lo criminal), en sentencia de 23 de marzo de 1944, condenó por escándalo público a un hermano y una hermana de doble vínculo que incurrieron en incesto, con descendencia, viviendo en casa de sus padres. Este delito ha desaparecido del Código penal porque nuestra capacidad de asombro ha disminuido tanto que prácticamente no existe. ¿Qué puede decirnos a nosotros, ciudadanos del siglo XXI, que los antropólogos sitúen el nacimiento de la cultura en la prohibición del incesto? Contamos con «el dato elocuente de que reglas como el tabú del incesto y la exogamia se hayan orientado a la procura de beneficios en el intercambio social y no a proteger al matrimonio consanguíneo de una amenaza biológica». Esto parece derivarse de una atenta lectura de Les structures elémentaires de la parenté, de Levi-Strauss . Hace años fue noticia que «una pareja de hermanos con hijos abrirá el registro de uniones de hecho de Cambre (provincia de La Coruña)» . Todos pudimos ver fotografías de la pareja y de sus al menos dos hijos. Rebosantes de felicidad y agradecidos a Cambre, que por lo visto es un lugar donde no se cortan ni con una sierra.

Pues bien, sigamos el ejemplo de Cambre, pero lanzando la piedra un poco más lejos. Nada de pareja de hecho: matrimonio. ¡Abajo los tabúes y los que los mantienen, que siempre son personas movidas por oscuros intereses! ¿Por qué admitir el matrimonio entre personas del mismo sexo e impedírselo a una fraternal pareja heterosexual? Los componentes de la pareja de Cambre se conocieron y se enamoraron sin saber que eran hermanos. Cuando se percataron de ello salieron corriendo en direcciones opuestas con un susto en el cuerpo de cierta consideración. Pero pasó el tiempo y cada uno comprendió que su vida no tenía sentido sin el otro.

Tal vez podamos preguntarnos por qué nos quedamos «como cortados» ante el matrimonio entre hermanos. Tan es así que entre hermanos no se admite la simple unión de hecho, ni heterosexual ni homosexual. Casos como el de Cambre se deben a la específica regulación administrativa de su registro de parejas de hecho. ¿Qué peligro entraña la unión entre hermanos? ¿Por qué la consanguinidad es un obstáculo insalvable para el matrimonio y la identidad de sexos no? Para mí, la respuesta es clara: el matrimonio heterosexual entre hermanos va en serio, y con las cosas de comer no se juega. El matrimonio homosexual es un adorno -en su acepción taurina- del legislador. ¿Qué más da -podrían pensar los politicos- que lo que ya venían haciendo lo hagan con un pijama matrimonial? ¿Por qué matarles la ilusión?

Los derechos de los niños

Poniendo en juego, además, el interés del menor o de los menores potencialmente implicados en una relación de este tipo. Los niños también tienen derecho al libre desarrollo de la personalidad. Tienen derecho a nacer y a moverse en un terreno que no es que sea el mejor, simplemente es el común, el neutral, aquel que la laicidad del Estado demanda. Después, cuando sean mayores, podrán elegir. ¿No les suena a ustedes este último argumento? ¿Por qué no aplicarlo aquí cuando tenemos los tímpanos estropeados de oírlo como algo imprescindible en una sociedad adulta? ¿Por qué imponerles a tan temprana edad un modelo determinado? Me objetarán: ¿es que no es un modelo predeterminado el heterosexual? Probablemente, pero tiene a su favor las estadísticas, y en un mundo en el que nada sabemos y todo lo ignoramos, ¿qué cosa más bella que acogernos a la neutralidad de los números?

El silencio de los corderos

Por último, el silencio de los corderos. ¡Qué masiva afiliación a lo políticamente correcto! ¡Qué ingratitud con esa heterosexualidad gracias a la cual estamos aquí y seguimos la Liga! Diríase que todos somos «in vitro». Luego, inevitablemente, tienen que aparecer en escena D. Fernando Sebastián, Rouco, López Trujillo o el mismísimo Benedicto XVI. Como si fuese una cuestión religiosa. Y no lo es. Escupir sobre el matrimonio es escupir sobre el matrimonio de nuestros padres. Y eso es competencia nuestra, o al menos lo era hasta hace poco.

26 mayo 2005

PRIMERO, NO HACER DAÑO...

[En este artículo se aborda de nuevo -ahora no desde el punto de vista filosófico, sino científico, y al más alto nivel- la cuestión fundamental del origen de la vida humana. El mensaje que se quiere enviar y se envía continuamente a la sociedad desde bastantes medios periodísticos, multitud de novelas, algunas tertulias radiofónicas y las series de televisión que tienen audiencias millonarias es que la vida de un ser humano comienza en el momento más conveniente (¿más conveniente para quién?, ¿quién decide?): así de ambiguo queda el mensaje..., pero lo ambiguo gusta ahora y de modo especial en campos tan complejos como éste en que lo importante no es tanto "estar en la verdad " -¿qué es la verdad?, dicen- sino lo "politicamente correcto ", lo que dice la mayoría de la gente... De esta manera, se va trabajando, cada vez más, con embriones humanos sin generar ningún “trauma ético", porque se considera que "eso" es una "cosa", que no tiene aún vida humana propia.
"Pero no es así -dice el autor de este texto-. Como ha dicho recientemente Baumgartner en Science, la Embriología demuestra que en el momento de la fecundación se forma un nuevo individuo humano genéticamente único. A partir de ahí se inicia el desarrollo de un nuevo ser, caracterizado por su unidad y continuidad biológicas hasta la muerte. La función –molecular, celular, tisular y orgánica– es el eje que une en el nuevo ser humano los puntos de un desarrollo transformativo constante." Publicado en
La Gaceta de los Negocios (25-IV-2005).]

#155 Vita Categoria-Eutanasia y Aborto

por José Manuel Giménez Amaya, Catedrático de Anatomía y Embriología de la Universidad Autónoma de Madrid
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En 1997 se estrenó una película dirigida por Jim Abrahams, en la que Meryl Streep hacía el papel de una madre de clase media americana que se esforzaba, con un coraje ejemplar, en atender con el mayor cuidado a un hijo epiléptico. “First do no harm” se titulaba en inglés, rememorando en el espectador la frase del famoso Juramento hipocrático –primero, no hacer daño– que tradicionalmente prestan los licenciados en Medicina antes de iniciar el ejercicio profesional.

La Medicina se ha visto envuelta estos últimos años en la llamada revolución biotecnológica, de modo particular en el campo de la investigación biomédica. Para muchos científicos, las bases de este proceso, vivido tan intensamente en nuestros días, se establecieron con la publicación en Nature de la estructura del ADN por Watson y Crick. A partir de ese momento, se fueron clarificando los objetivos para la utilización de procesos celulares y moleculares en la resolución de acuciantes problemas médicos o biológicos y en la obtención de productos difíciles o imposibles de lograr mediante la síntesis química.

Los frutos de estos avances han sido decisivos. Basta citar como ejemplos significativos las novedades en el diagnóstico y tratamiento del cáncer y de graves enfermedades infecciosas o metabólicas, o el hallazgo de fármacos cada vez más eficaces y con menos efectos secundarios. La ciencia médica está progresando como nunca en su historia, quizá porque la investigación se sitúa en las mismas raíces de la organización molecular y celular del ser vivo.

Se comprende que, precisamente porque se penetra en el origen de la constitución biológica del ser humano, se pongan de manifiesto problemas muy serios. Las ciencias biomédicas pueden traspasar los límites razonables de la práctica ética de la Medicina, pero se encuentran con que sus principios de acción se tambalean. Y, sorprendentemente, también sus presupuestos científicos. Intentaré explicarme mejor.

La revolución biomédica se ha imbricado paulatinamente con la actitud de que el progreso consiste en atreverse a hacer todo lo que parezca bien. Se considera natural, justo y lícito actuar o investigar en campos científicos determinados, aunque el interés real venga marcado desde fuera por quienes poseen capacidad de organizar la vida ajena mediante los consensos políticos adecuados. Así, paradójicamente, logros de gran entidad se dan la mano con la pérdida de referentes éticos objetivos y permanentes en la práctica médica.

Los resultados de esta convergencia ideológica y científica son patentes sobre todo en el análisis del inicio de la vida humana. Se quiere trabajar intensamente por condiciones más dignas; pero al mismo tiempo se busca producir seres humanos en función de ciertos deseos o necesidades, al margen de la generación tradicional. Se destinan recursos económicos enormes a favor de la salud de todos; pero se quiere resolver el problema de los embarazos no deseados con la utilización del cigoto, embrión o feto de una forma más rentable y sin traumas “éticos”.

Otro ejemplo dramático de lo que venimos diciendo es el borrador de la ley de reproducción asistida que las autoridades sanitarias de nuestro país han remitido a los agentes sociales, donde se admite la posibilidad de realizar el diagnóstico preimplantatorio con fines terapéuticos en favor de terceros. Se trataría sencillamente de “fabricar” embriones con los que se intentaría ayudar a un hermano enfermo: los llamados “niños medicamento”.

Llama la atención que en un proyecto de esta naturaleza quede fuera de toda consideración la nueva vida humana, que, además, puede ser defectuosa. Aquí nadie pregunta. Simplemente no se respeta una vida humana, inviolable, y se recubre esa actitud con la utilización a favor de un tercero, procurando ante la opinión pública que todo se vea como beneficioso, sin traumas y con garantías.

Pero, siguiendo la línea central de mi argumento, me interesa recalcar que con esa actitud se están trastocando aspectos científicos esenciales en la práctica médica. ¿Por qué? Porque se sitúa el origen de la vida humana en el momento más conveniente, de modo que su inviolabilidad depende de datos en modo alguno justificados, sino elegidos más bien arbitrariamente. De esta manera, se trabaja con embriones humanos sin ningún “trauma” ético. No existiría ningún problema, porque no habría vida humana aún.

Pero no es así. Como ha dicho recientemente Baumgartner en Science, la Embriología demuestra que en el momento de la fecundación se forma un nuevo individuo humano genéticamente único. A partir de ahí se inicia el desarrollo de un nuevo ser, caracterizado por su unidad y continuidad biológicas hasta la muerte. La función –molecular, celular, tisular y orgánica– es el eje que une en el nuevo ser humano los puntos de un desarrollo transformativo constante.

Hace casi treinta años asistí a una conferencia en un Colegio Mayor madrileño impartida por un conocido ginecólogo. Habló con claridad en contra del aborto, que empezaba a denominarse “terapéutico”. Alguien le preguntó sobre la entonces llamada “píldora abortiva”. Y con un gesto de sus dedos dramáticamente significativo vino a expresar que el embrión era tan “pequeñito” que prácticamente no contaba. Muchos de los oyentes estudiábamos en la Facultad de Medicina el origen de la vida humana con verdadero entusiasmo. Y tuvimos la sensación de que el valor de esa vida se medía sólo por el tamaño o por la forma.

Los avances técnicos no pueden justificar intentos terapéuticos que rompen el control ético del buen hacer en el ejercicio de la Medicina. Es emocionante ver a los recién graduados prestar el Juramento hipocrático, en una ceremonia llena de lustre y simpatía. Esos médicos se adentran en una órbita asistencial en la que deberán batallar por la vida débil o enferma. Y requerirán un gran coraje ético y una sólida preparación científica para dar respuestas firmes y decididas que protejan la esencia del ejercicio de su profesión.

“Conócete a ti mismo” era la clásica inscripción del frontispicio de Delfos en la antigua Grecia, considerado en su tiempo el centro del mundo. Ese criterio resulta especialmente importante hoy, cuando fuerzas externas e internas a la Medicina pueden conducir nuestras prácticas por derroteros donde el saber médico y su rigor científico se devalúen. Por esto, se impone la urgencia de fundamentar muy bien la raíz de nuestras decisiones.

25 mayo 2005

BENEDICTO XVI ES UN PAPA POSMODERNO Y LOS "MODERNOS" AÚN NO SE HAN ENTERADO

[Entrevista publicada en La Vanguardia (17-V-2005). El escritor y periodista italiano Vittorio Messori, que ganó gran celebridad internacional por el libro entrevista a Juan Pablo II Cruzando el umbral de la esperanza,es autor de otro libro del mismo género, Informe sobre la fe, con el entonces cardenal Joseph Ratzinger, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y hoy Papa Benedicto XVI. Vittorio Messori, de 64 años, católico practicante y autor de diversas obras de asunto religioso, ha mantenido desde entonces "una relación frecuente y amistosa" con Ratzinger. En una entrevista telefónica desde su casa junto al lago de Garda, Messori sostiene que Benedicto XVI ha sido tildado injustamente de conservador, oscurantista y reaccionario.]

#154 Varios Categoria-Varios: Etica y Antropologia

por María-Paz López, Corresponsal en Roma de La Vanguardia
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-Han pasado veintiún años desde que se recluyó para conversar con el entonces cardenal Ratzinger. ¿Qué diferencias ve entre su estilo de entonces y el actual como Papa?

-Aún no le he visto en persona; sólo en televisión. De teólogo y controlador, Joseph Ratzinger se va transformando en padre. En el Santo Oficio tenía que hacer de carabiniere, ... y le costaba mucho, porque es un profesor, y le costaba intervenir en el trabajo de otros profesores. Ahora, su acción pastoral será muy distinta, más abierta y libre. En el aspecto externo, es el Ratzinger de siempre. Se le ha dibujado abusivamente como un Panzerkardinal.En realidad, es uno de los hombres más tímidos que conozco, lo más distinto al tópico del gran inquisidor;es un hombre tímido, amable, comprensivo, ...

-En Informe sobre la Fe salió a flote el ideario de Joseph Ratzinger, por el cual fue muy criticado por sectores liberales, y también usted indirectamente fue objeto de críticas. ¿Persiste esa tensión entre las dos Iglesias?

-No sólo recibí críticas, sino amenazas. Cuando escribí el libro con Ratzinger, en la Iglesia católica existía aún la contestación de izquierdas, llamada progresista. Había un gran caos, porque se pensaba que el concilio Vaticano II había sido una ruptura, el inicio de una nueva Iglesia, y por tanto se quería destruir el pasado. Sin embargo, tanto Juan Pablo II, que era Papa hacía seis años, como Joseph Ratzinger, que era prefecto de la Doctrina de la Fe desde hacía tres años, estaban convencidos, con razón, de que el Concilio no era una ruptura, sino una continuidad.

-¿Por eso accedió Ratzinger a recibirle?

-Con ese libro se rompió un tabú; era la primera vez que un prefecto de la Doctrina de la Fe aceptaba hablar con un periodista, pero el gran impacto fue que Ratzinger decía algo que entonces parecía reaccionario y escandaloso. Confirmaba la fe de siempre; decía que el católico debe adecuarse al espíritu nuevo del concilio Vaticano II, pero al tiempo no debe renegar de la tradición. Por tanto, hablaba de infierno, purgatorio, paraíso, ángeles custodios, ... En aquellos años, eso no podía decirse. Hubo gran alboroto: Ratzinger fue considerado un cardenal restaurador, y yo, el pobre periodista que lo había entrevistado -no sólo sin contradecirle, sino estando de acuerdo con él- fui amenaza-do de muerte por sacerdotes y teólogos. Es la famosa rabia clerical,que cuando estalla es terrible. Yo vivía en Milán, y por algunos meses tuve que irme y esconderme, o esos teólogos del diálogo me habrían agredido.

-En las homilías de Benedicto XVI se ve su preocupación por el relativismo ético, asunto muy ligado a Europa. ¿Qué sentirán los millones de católicos de otros continentes, con urgencias pastorales de otro tipo, ante otro Papa europeo que habla tanto de Europa?

-Si se refiere usted a Latinoamérica, hay que decir a los latinoamericanos que se calmen. Ya hemos visto en qué ha quedado la teología de la liberación; que se callen los teólogos, porque luego resulta que no es la gente quien protesta, sino los teólogos. La teología de la liberación hablaba en español y en portugués, pero, en realidad, todos sus teólogos se habían formado en Francia y en Alemania. Fue un verdadero caso de importación imperialista. La fe es la misma en todas partes; Ratzinger siempre ha defendido la ortodoxia de la fe, y eso vale en Corea, Argentina y los Países Bajos. No hay una fe distinta; hay modos pastorales de encarnarla. Ratzin-ger no ha sido nunca un teólogo provinciano; siempre ha estado muy atento a todo el universo católico. No hay que juzgarle con velocidad. Ha hecho aún pocos discursos.

-Pero la cuestión del relativismo ético como urgencia la planteó ya en la misa Pro Eligendo Pontifice,antes de ser elegido Papa.

-¿Y por qué no? ¿Es que no existe?

-Sí, pero sobre todo en Europa, no en Perú.

-Aceptémoslo; pese a todas las leyendas tercermundistas, el corazón y la inteligencia de la Iglesia católica están aún en Europa. Todo lo que ocurre fuera de Europa en el mundo católico, muy a menudo nace en Europa. Norteamérica, por ejemplo, no ha dado nada en ese sentido. La gran Iglesia católica de Estados Unidos no ha dado un santo, un teólogo válido, un escritor católico, ...

-Bien, ha dado mucho dinero.

-Sí, dinero, pero poco más. Y volviendo a Latinoamérica, su gran producto, la teología de la liberación, es, como decía antes, un producto alemán y francés importado. Además, ahora están creciendo ahí las sectas protestantes financiadas por Estados Unidos, así que pronto será un continente ex católico. En suma, basta de leyendas tercermundistas, es demagogia. ¿Qué ha aportado África a la Iglesia, si aún no es capaz de ser misionera de sí misma? Y en Asia los cristianos, sobre todo los católicos, son una rareza. Insis-to: el destino de la fe se decide en Europa.

-Algunos desilusionados con la elección de Joseph Ratzinger como Papa, entre ellos el teólogo Hans Küng, han dicho que quizá dará sorpresas. ¿A qué sorpresas se refieren?

-Hans Küng, pobrecillo, intenta consolarse diciendo eso. Ratzinger ha sido presentado como un reaccionario, pero es un Papa posmoderno, y ahí está el equívoco. Küng y los suyos, es decir, los teólogos post-Vaticano II, son modernos, se han quedado anclados en la modernidad. Pero la modernidad ha terminado, y ellos no se han enterado. Küng sigue parado en los años sesenta, mientras que Ratzinger ha superado los mitos e ilusiones de esos años, y está en contacto con el mundo de hoy. El Papa sorprenderá sólo a quien no le conoce. Está abierto al diálogo; sólo que quiere el diálogo adecuado,teniendo presentes las bases del catolicismo. No se puede dialogar renegando de uno mismo. Los católicos no deben dialogar ocultando su credo, pidiendo perdón por su pasado... El único diálogo honesto es aquel en que el interlocutor no reniega de sí mismo.

-Juan Pablo II tenía una relación privilegiada con la juventud católica. Ahora surgen los Ratzinger-boys con clubs en internet. ¿Es esta la novedad mediática del nuevo Papa?

-Son grupos limitados, puro folklore. Lo importante es la juventud; sólo quien no conoce la Iglesia cree que en ella no hay jóvenes, pero su presencia es más fuerte de lo que piensan algunos como Zapatero, que está convencido de que van a misa sólo ancianas señoras y algunos abogados de provincias; y digo Zapatero como ejemplo de anticlericalismo radical. No hay que juzgar a la Iglesia católica universal por lo que ocurre en España o en Catalunya, que da pena.

ABORTO PROVOCADO Y EUTANASIA: ALGUNAS CONSIDERACIONES

[El autor de este texto, el pediatra Dr. Hermida, habla con su tradicional claridad del aborto provocado y de la eutanasia. Y lo hace con la pasión de quien quiere despertar a otros que no reaccionan, que se han acostumbrado, que están anestesiados; o peor aún que han deformado su conciencia y consideran neciamente que no hay que ponerse tremendista, que "así es la vida moderna" y que hay que amoldarse a los "avances tecnológicos", "hacer lo que hacen otros", etc, etc. Pero el mal es el mal, se mire como se mire. "El mal no es una fuerza anónima que actúa en el mundo por mecanismos deterministas e impersonales" (...) "el mal pasa por la libertad humana" (...) "el mal tiene siempre un rostro y un nombre: el rostro y el nombre de los hombres y mujeres que libremente lo eligen": esto no lo dice el pediatra sino que son palabras del Papa Juan Pablo II repetidas miles de veces, en muy diferentes contextos, y especialmente cuando se trataba de la defensa de la vida humana.]

#153 Vita Categoria-Eutanasia y Aborto

por Francisco Hermida, Doctor en Medicina. Pediatra. Sociedad Española de Puericultura.
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Así como en el comercio se expenden carnes de mejor o peor calidad, se considera por algunos que la carne humana también admite esta distinción. Viene esto a cuento por el tratamiento que se da a muchos individuos humanos con el aborto provocado y con la eutanasia.

ABORTO PROVOCADO

Razones biológicas, antropológicas y de sentido común, demuestran claramente que el aborto provocado es el homicidio -con premeditación y alevosía- del ser humano más inocente e indefenso: el niño.

Si esto es así, que lo es, no debe extrañar que esté tan extendida la eufemística y cínica denominación de “interrupción voluntaria del embarazo” (i.v.e) para referirse a la monstruosidad del aborto intencionado.

Si bien es cierto que dentro del concepto general de i.v.e caben tanto los abortos provocados como los partos y cesáreas programadas antes de la décima semana de embarazo -por razones médicas, maternas o fetales, siempre y cuando éstos sean viables fuera del claustro materno- no debe emplearse este acrónimo para designar ninguno de los términos que abarca, sino que debe especificarse en cada caso de cual de ellos se trata. Algo parecido ocurre cuando se habla de células madre, sin precisar si son embrionarias o adultas.

Otro término engañoso es el de preembrión, sencillamente porque no existe en la realidad y no es admitido en la ciencia embriológica. Para que existiese un preembrión tendría que darse una solución de continuidad (un tiempo y espacio en blanco) que en estos casos no se da, porque el embarazo es un continuum que comienza con la fecundación del óvulo por el espermatozoide -fusión de cromosomas materno y paterno- que da lugar al cigoto, primer estadío unicelular y totipotente del hombre.

Pero no es un ser humano solamente porque sus cromosomas alberguen el genoma, sino que hay muchos más elementos celulares y fundamentalmente porque en el mismo instante de acabar la fecundación salta la chispa de la vida y con ella la autoconstrucción y el autodesarrollo hasta llegar a ser un hombre o mujer adultos (recuérdese que el final del crecimiento y el desarrollo marcan el fin de la infancia y el comienzo de la edad adulta). Esta es, en resumen la biografía de los humanos.

Muchas más cosas se pueden decir de este bellísimo acontecer del origen que todos tuvimos pero en atención a la brevedad y claridad de la exposición parece suficiente con lo dicho hasta aquí. Entrar en detalles científicos más minuciosos exigiría por parte del lector unos conocimientos básicos de bioquímica y biología que no tiene porque tener la inmensa mayoría de los profanos.

EUTANASIA



Hasta aquí, por lo que se refiere al aborto voluntario. ¿Qué ocurre con la eutanasia? Pues simplemente se trata de truncar la vida post-natal de cualquier persona sea niño o adulto, porque según algunos su vida ya no tiene valor, es decir, carece de buena calidad como la carne alimentaria a la que se hacía referencia al comienzo de este escrito.

Bien es verdad que suele llevarse a cabo bajo un sentimiento –verdadero o falso- de compasión para evitar los sufrimientos a un enfermo terminal. Es de general conocimiento que hoy día este sufrir final puede reducirse al máximo o incluso anularse merced a un buen tratamiento paliativo, aunque los medicamentos empleados correctamente tengan como efecto secundario acortar la vida del enfermo.

Así las cosas habría que ir pensando en pedir socorro a la Sociedad Protectora de Animales y Plantas para que no nos maten y además de forma y manera torturante privándonos del aporte necesario de agua y nutrientes; recuérdese el reciente caso de la señora Terry Schiavo en EE.UU.

Para terminar, unas palabras que condenen también lo que se conoce como “ensañamiento o encarnizamiento terapéutico”, consistente en aplicar medios desproporcionados a un enfermo terminal que casi con seguridad va a fallecer muy pronto con lo que se consigue, es quizá aumentar y prolongar los sufrimientos.

22 mayo 2005

ASIGNATURA DE RELIGIÓN EN LAS ESCUELAS DE EUROPA

[Algunas veces, los análisis comparativos ilustran asuntos enmarañados o confusos. El Diario de Navarra (19-V-2005) ha publicado un interesante y sencillo estudio comparativo, realizado por el Arzobispado de Pamplona, acerca de la asignatura de religión en Europa, según el cual resulta que esa asignatura se imparte dentro del horario escolar en todos los países de la Unión Europea, excepto en Francia. Reproducido de Scriptor.org]

#152 Educare Categoria-Educacion

por el Arzobispado de Pamplona
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Así se ve en el mapa difundido por el Arzobispado de Pamplona, con la colaboración de la editorial SM, sobre cómo se enseña la religión en la escuela en Europa.





Alemania. La religión es una materia ordinaria en el plan de estudios. Es obligatoria con posible exención.
Austria. Materia obligatoria hasta los 14 años. Posible exención.
Bélgica. Asignatura de libre elección.
Bulgaria. Materia de libre elección.
Croacia. Libre elección.
Dinamarca. Materia obligatoria del currículo escolar. Posible exención.
Eslovaquia. Materia de libre elección.
España. Materia de libre elección.
Finlandia. Asignatura escolar obligatoria. Posible exención.
Francia. No se imparte en el sistema educativo, excepto en Alsacia y Lorena. Sólo se cursa en las escuelas privadas católicas (22% de los centros).
Grecia. Obligatoria desde 3º de Primaria. Se puede pedir dispensa.
Holanda. Asignatura de libre elección en centros públicos y obligatoria, en los confesionales.
Irlanda. Materia de libre elección.
Italia. Materia de libre elección.
Letonia. Libre elección.
Lituania. Libre elección.
Luxemburgo. Asignatura obligatoria con petición de exención.
Malta. Materia escolar obligatoria con posibilidad de exención.
Noruega. Materia escolar obligatoria con posible exención.
Polonia. Libre elección.
Portugal. Libre elección para los alumnos. No cuenta para nota.
Reino Unido. Materia obligatoria en el currículo pero con posible exención.
República Checa. Libre elección.
Rumanía. Asignatura obligatoria en Primaria y de libre opción en Secundaria.
Suecia. Materia obligatoria en el currículo escolar.
Suiza. Obligatoria en algunos cantones y de libre elección, en otros.
Turquía. Asignatura obligatoria pero con posible exención para los no musulmanes.
Ucrania. Materia obligatoria en todos los niveles.

Recorrido interesante.

El Arzobispado insiste en que incluir la religión en el ámbito escolar es «una forma de converger con Europa y con nuestra raíces». De este modo, recuerda su crítica a la propuesta del Gobierno del PSOE. Según la LOE, la religión de carácter confesional será optativa y no evaluable. La Iglesia critica también que no se ofrezca ninguna alternativa a esta clase, como ocurre ahora con la AEO (Actividades Educativas Organizadas).

Ambas asignaturas (la religión y su optativa), agregan, deben ser evaluables «si no se quiere que se degraden».

Consideraciones igualmente interesantes.

20 mayo 2005

UNA BOMBA HORMONAL

[Hay una clara estrategia para trivializar la llamada "píldora del día siguiente". Pero conviene saber lo que se toma y no hacer caso, sin más, a la propaganda. El autor de este artículo, conocedor de la materia, advierte, entre otras cosas, que "estamos ante una auténtica bomba hormonal (...) la usuaria toma, en un solo día, de 6 a 30 veces la cantidad de levonorgestrel que se encuentra en la dosis diaria de un anticonceptivo hormonal oral. Además, no hay que olvidar sus efectos secundarios (nauseas, fatiga, dolor abdominal, vértigo,...)". Por otra parte, "es un método de intercepción postcoital que tiene por objetivo prevenir la implantación del embrión en el útero, en el caso de que se haya producido la fecundación. (...) Por lo tanto, cuando se recurre a la píldora del día siguiente se asume, voluntaria y deliberadamente, el riesgo de provocar un aborto." Y respecto a su eficacia, los datos estadísticos señalan que "las adolescentes que utilizaban la píldora del día siguiente no reducían el número de embarazos no planeados, posiblemente como consecuencia de asumir mayores riesgos en sus relaciones sexuales". Sin embargo, con mucha frecuencia en los medios se hacen afirmaciones gratuitas en sentido contrario, o al menos con una ambigüedad llamativa y con la misma frescura que si se hablase del Termalgín o del Adiro. Hoy mismo (20-V-2005), El Diario Vasco publica un amplio reportaje que ocupa dos páginas y, entre otras sentencias y consejos —sobre todo para que las adolescentes actúen con rapidez y se logre evitar el embarazo—, manifiesta lo siguiente: "Hace ahora cuatro años llegó a las farmacias, precedida por la polémica sobre su carácter abortivo o no, este fármaco que para entonces ya se dispensaba en las boticas francesas sin receta médica. Si en su estreno la expectación generada no se vio correspondida por las ventas, la situación ha ido cambiando a la vez que esta píldora se iba dando a conocer. De hecho, la demanda continúa en aumento, aunque a distinto ritmo según el punto de dispensación.(...) la píldora del día siguiente prescinde de los estrógenos, lo que hace reducir, por ejemplo, náuseas y vómitos. (...) la demanda «está subiendo»(...): en 2003 se registraron 2.100 actuaciones de este tipo -se refiere al Cuarto de Socorro situado en el centro de San Sebastián- , el año pasado 2.300, «y en lo que llevamos de año la tendencia es al alza». Según la Sociedad Española de Contracepción, el año pasado se vendieron cerca de 365.000 unidades en España." El artículo del Prof. López Guzmán fue publicado en La Razón (28-IV-05).]

#151 Vita Categoria-Eutanasia y Aborto

por José López Guzmán, Doctor en Farmacia por la Universidad de Valencia y Profesor Agregado de Deontología Farmaceútica de la Universidad de Navarra
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El Ayuntamiento de Madrid ha manifestado su intención de facilitar, de forma gratuita, la píldora del día siguiente. La iniciativa busca potenciar, todavía más, su utilización, por estimar que la píldora postcoital es un método eficaz para reducir la tasa de embarazos no deseados en las jóvenes madrileñas. De hecho, las altas cifras de embarazos no deseados se han convertido, en ese grupo de población, en un problema de salud pública que requiere una solución.

Ante esta decisión, me gustaría hacer varias observaciones. La primera, que la intercepción postcoital no es un método de rutina, sino absolutamente excepcional. Hay que tener presente que estamos ante una auténtica bomba hormonal: con la píldora del día siguiente la usuaria toma, en un solo día, de 6 a 30 veces la cantidad de levonorgestrel que se encuentra en la dosis diaria de un anticonceptivo hormonal oral. Además, no hay que olvidar sus efectos secundarios (nauseas, fatiga, dolor abdominal, vértigo,...). Estos han llevado a las autoridades sanitarias americanas a no autorizar su utilización sin prescripción. Por ello, la estrategia basada en la trivialización de la píldora del día siguiente es errónea y peligrosa, ya que induce, principalmente en jóvenes, a un uso frecuente.

La segunda, que la píldora del día siguiente es un método de intercepción postcoital que tiene por objetivo prevenir la implantación del embrión en el útero, en el caso de que se haya producido la fecundación. De su definición se deduce, claramente, que no es un método anticonceptivo, ya que su acción principal va dirigida hacia el embrión. Por lo tanto, cuando se recurre a la píldora del día siguiente se asume, voluntaria y deliberadamente, el riesgo de provocar un aborto. No hay duda científica sobre el hecho de que el embrión es el estado inicial de un ser humano y sobre la realidad de que éste surge con la fecundación. No obstante, la nula protección que en España se otorga a la vida humana -vease, por ejemplo, la escasa protección que se otorga a los embriones en el anteproyecto de ley sobre técnicas de reproducción asistida, tan discutido en las últimas semanas, o la posibilidad de obtener, en algunas Comunidades Autónomas, la píldora del día siguiente de forma totalmente gratuita - contradice esta realidad. Parece que el Ayuntamiento de Madrid quiere sumarse a esta penosa situación que, en la práctica, supone considerar a un ser humano como un mero, desechable amasijo de células.

En último lugar, conviene no olvidar que en distintos estudios se ha demostrado que los adolescentes que utilizaban la píldora del día siguiente no reducían el número de embarazos no planeados, posiblemente como consecuencia de asumir mayores riesgos en sus relaciones sexuales. Por lo tanto, la trivialización en la distribución de la píldora del día siguiente no es un buen camino para reducir la incidencia de estos embarazos.

Las razones señaladas tienen el suficiente peso como para pensar en un cambio de estrategia, depositando menos confianza en la química y más en la educación. Da la impresión de que las políticas dirigidas a los jóvenes parten de que éstos no son capaces de asumir responsabilidades, y que las consecuencias de sus actos se pueden aliviar tomando simplemente un producto químico. Ello no es más que una nueva manifestación de un fenómeno que se extiende poderosamente en nuestra sociedad, la medicalización de la vida.

Mi propuesta es que hay que combatir esa medicalización (perjudicial para la salud, estéril para la necesaria maduración como persona) con educación. En el caso que nos ocupa, con una educación sexual seria y responsable, centrada en el respeto a la unicidad de la dignidad humana (que integra la dimensión corporal, afectiva, racional, y espiritual de la persona). Por el contrario, los modelos exclusivamente higiénico-sanitarios caen en una verdadera deshumanización, -o desintegración de la persona- al presentar el sexo como algo externo al ser humano - desgajado -, como una función biológica más.

La postura que ha adoptado el Ayuntamiento de Madrid, al decidir distribuir gratuitamente la píldora del día siguiente es, desde luego, cómoda, sencilla y, sobre todo, populista (espero que, al menos, les dé votos). Pero es una estrategia equivocada. Por una parte, no va a conseguir el objetivo de reducir la tasa de embarazos no deseados (se pueden revisar, en la bibliografía científica, los resultados de otros programas equivalentes). Por otra, implica riesgos serios para la salud, y contribuye a la mencionada medicalización de nuestra sociedad. Por último, va a apartar a nuestros jóvenes, todavía más, de la posibilidad de que integren el sexo en el desarrollo armónico de su personalidad. No cabe sino concluir que, con esta vía, el Ayuntamiento contribuye a fomentar la trivialización del sexo, convirtiéndolo en un producto más de consumo. Quizás la educación integral sea un camino más largo, menos populista, pero, sin duda, beneficia más a nuestros jóvenes. De cualquier forma, ahí está la alternativa que revela la verdadera categoría de un político: ¿medidas populistas o búsqueda honesta del bien común?

19 mayo 2005

CUANDO SE LEGALIZA LA EUTANASIA, SE VUELVE INCONTROLABLE

[Las leyes de eutanasia –o las propuestas de legalizarla– incluyen cláusulas para asegurar que se efectúe solo en casos estrictamente definidos. La experiencia muestra que cuando se admite la eutanasia, en la práctica se escapa de todo control. Así lo expuso el Dr. Gonzalo Herranz, del Departamento de Humanidades Biomédicas de la Universidad de Navarra, en el XXVI Simposio Internacional de Teología (6-8 abril 2005), organizado por la misma universidad y dedicado a la encíclica "Evangelium vitae" de Juan Pablo II. Publicado en Aceprensa (nº 052/05, de fecha 4-V-2005).]

#150 ::Vita Categoria-Eutanasia y Aborto

por Gonzalo Herranz, Catedrático de Histología y Anatomía-Patológica, Vicepresidente de la Comisión de Ética y Deontología Médica del Comité Permanente de Médicos Europeos.
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"Si un médico –dijo el Dr. Herranz– sucumbe a la idea de que es correcto profesional y éticamente poner fin a la vida de uno de sus enfermos, no podrá dejar ya de ofrecer ese 'remedio' por el resto de su vida. Más aún: encontrará cada vez más razones para hacerlo, y cada vez más anticipadamente, e incluso con más compasión y también con mayor celo. La eutanasia se incorpora como un recurso más a la medicina paliativa, y poco a poco va ganándole terreno, la sustituye". El proceso se verifica en cuatro fases.

De la excepción a la regla

En la primera, el médico solo admite la eutanasia en casos excepcionales, una vez agotados todos los recursos terapéuticos y paliativos. Pero tras aplicarla en situaciones extremas, entra en una fase de habituación. En esta, la proliferación de casos notorios, la absolución de colegas sospechosos de aplicar la eutanasia fuera de las condiciones estipuladas, el ejemplo de otros médicos respetados que la practican... va despojando a la eutanasia de su nota de excepcionalidad. Comienza a parecer una solución indolora y económica para el paciente, que tiene derecho a solicitarla, así como una salida razonable para familiares y médicos, que se ahorran tiempo y molestias. Y para el sistema sanitario, resulta ser una intervención de buen cociente costo/eficacia.

Así se pasa a la tercera fase, en que el médico, animado por ideales de compasión y eficiencia, concluye que puede decidir la eutanasia para los pacientes incapaces de expresar su voluntad, persuadido de que pedirían la muerte si pudieran. Finalmente (cuarta fase), el médico se arroga el mismo poder también con respecto a los enfermos con deseo, tácito o expreso, de seguir viviendo: se convence de que es irracional e injusto mantener una vida sin calidad, improductiva y dolorosa. Pues "para quien haya aceptado sinceramente la eutanasia voluntaria, la eutanasia no voluntaria se convierte, por razones de coherencia moral, en una obligación indeclinable".

"Esa es la experiencia de muchos médicos holandeses y belgas. No son psicópatas asesinos: son simplemente médicos a los que sus virtudes profesionales les van arrastrando, paradójicamente, a una decadencia ética, lentamente progresiva, pero inexorable". Así se comprueba en Holanda, donde la eutanasia, admitida para situaciones de excepción, se extiende continuamente. Las propias autoridades reconocen que no se respeta la ley, pues menos de la mitad de los casos se comunican, contra lo que está mandado. Las encuestas de la Fiscalía General revelan que en el 40% de los casos la eutanasia se aplica a pacientes incapaces, y en el 15% a enfermos capaces sin consultarles. Así, lo que la ley solo autoriza para quien lo pide de modo libre e insistente, se practica a muchos que no pueden hacerlo, como enfermos inconscientes o bebés nacidos con malformaciones; lo previsto para pacientes terminales se aplica a muchos que no lo son: ancianos sin familia que ingresan en el hospital por una enfermedad curable, personas con lo que se ha dado en llamar "sufrimiento existencial", sin ninguna dolencia física o psíquica definible. "La experiencia holandesa muestra de modo evidente que, en materia de eutanasia, es imposible poner límites legales a los potenciales abusos, nacidos de la compasión de los médicos, de la fatiga de la familia, del desgaste de los rudimentarios mecanismos de control".

Una estrategia elástica

Una evolución similar se da en la opinión pública. "Si una sociedad llega a la conclusión de que es posible despenalizar la eutanasia o la ayuda médica al suicidio en ciertos supuestos, se verá inevitablemente abocada a ampliar esas conductas permitidas, a medida que el activismo pro-eutanasia lo exige".

Allá por los años veinte del siglo pasado, los primeros partidarios de la eutanasia la presentaban como una muestra de compasión en casos extraordinarios, para poner fin a los sufrimientos atroces de algunos pacientes terminales a los que la medicina no podía aliviar. El progreso de la ciencia médica fue privando de fuerza a ese argumento. Pero en los años sesenta, la aparición de nuevas técnicas para mantener en vida a los enfermos graves provocó un cambio de táctica: se pasó a abogar por la eutanasia como defensa frente al ensañamiento terapéutico, que prolonga los sufrimientos inútilmente.

El nuevo discurso quedó desvirtuado cuando la práctica médica abandonó los abusos terapéuticos y se extendieron los cuidados paliativos. Entonces el movimiento pro-eutanasia comenzó a hablar del derecho a la muerte digna, para librarse no ya del dolor –que es evitable–, sino de la decrepitud, la invalidez o la demencia, que llevan a una vida sin calidad ni dignidad.

A la vez, asoma una nueva estrategia, calcada de la empleada en las campañas para la legalización del aborto. Así como en su día se alegó la necesidad de acabar con los "miles" de abortos clandestinos e inseguros, ahora se empieza a hablar de que existe una extendida "eutanasia sumergida". Se aduce que "por haber caído la práctica de la eutanasia en manos de gentes incompetentes y desalmadas, es necesario ponerla bajo la responsabilidad de los médicos mediante una necesaria y exigente legislación".

Pero la experiencia no abona esa conclusión, advirtió el Dr. Herranz. "El gobierno holandés ha comprobado, impotente, que la ley de eutanasia se le ha ido de las manos. Ha amenazado con endurecer las penas para los médicos que incumplen los diferentes aspectos de la ley. Pero, de hecho, parece más bien paralizado por el descubrimiento, inesperado y terrible, de que una ley de eutanasia es esencialmente incontrolable: no se puede poner un policía en la habitación de cada enfermo terminal".

¿SER CONCEBIDO O SER PRODUCIDO?

[Dice la autora de este artículo: "Considero que, en buena medida, el destino de la humanidad vendrá fuertemente determinado por la respuesta a la pregunta de si el embrión humano merece ser tratado como una cosa o como un ser humano." Basta pensar un poco, no en abstracto y en plan cínico, sino reflexionando en nuestra propia gestación o en la de nuestros hijos, para llegar a la conclusión de que no es una afirmación gratuita sino precisa y ponderada: es la diferencia entre persona y cosa. Como dice Robert Spaemann: "De algo no deviene alguien. (...) Nosotros decimos 'nací tal y tal día' e incluso 'fui engendrado tal y tal día', aunque el ser que fue engendrado o nació en el momento en cuestión no decía en ese instante 'yo'. Pero no por eso decimos, sin embargo, 'aquel día nació algo de lo que procedo yo'. Ese ser era yo." También S.S. Juan Pablo II, desde su elección como Papa hasta su reciente fallecimiento, lo ha repetido con voz bien fuerte y en todos los idiomas: a gritos nos lo dijo en las calles de Madrid, en 1982. Artículo publicado en Expansión (26-V-04).]

#149 ::Vita Categoria-Eutanasia y Aborto

por Ángela Aparisi Miralles, Directora del Instituto de Derechos Humanos de la Universidad de Navarra
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Durante siglos, los seres humanos hemos partido, más o menos conscientemente, de una concreta visión de nuestra naturaleza. Así, hemos presupuesto, entre otras cosas, que determinados elementos o procesos vitales y esenciales para nosotros, como el modo y el momento en el que comienza nuestra vida, el tiempo que permanecemos en ella, nuestro sexo o nuestra constitución genética, dependían de causas y factores que escapaban a nuestra voluntad y también, y esto es lo más importante, a las voluntades de los demás. De este modo, nuestra "dimensión temporal" y nuestra "dimensión espacial o corporal" o lo que es lo mismo, cuando comenzamos a existir en el tiempo, y como es nuestra constitución genética, no eran en ningún caso, el resultado de la decisión de otra u otras personas. Esta realidad es una garantía de nuestra libertad. De hecho, la aleatoriedad y el azar que determinan el momento en el que surge nuestro ser en el tiempo y, asimismo, que deciden nuestra corporalidad, son la mejor garantía de que nuestra más esencial libertad es respetada.

Ello, en última instancia, significa que, a diferencia de lo que ocurre con las cosas, los seres humanos somos personas. Y ello exige no ser tratado como un "producto", ni diseñado, tanto en lo temporal como en lo corporal, por una voluntad ajena. Sólo así se reconoce nuestro valor incondicionado. Esto es, en definitiva, lo que significa la dignidad humana.

Esta realidad, hasta hace poco aceptada, más o menos conscientemente, ha sido puesta en tela de juicio a raíz de la aplicación de las nuevas biotecnologías al ser humano. En la actualidad, los factores o procesos vitales esenciales a los que me vengo refiriendo, pueden ser ya predeterminados. De ese modo, nuestra "dimensión temporal" o, lo que es lo mismo, el inicio y desarrollo de nuestra trayectoria vital en el tiempo, puede ser decidida y fijada por una voluntad ajena. Asimismo, nuestra "dimensión espacial o corporal", nuestro sexo y características genéticas, ya pueden ser también predeterminados.

Nos podemos hacer, entre otras, las siguientes preguntas: ¿cuándo y cómo comenzó este proceso? ¿qué significado tiene para la persona? Con respecto a la primera pregunta, es fácil de comprender que en el origen de todos estos cambios radicales se encuentran las técnicas de reproducción artificial o fecundación in vitro. Los seres humanos ya no somos necesariamente concebidos, sino que también podemos ser producidos, tal y como sucede con los objetos. Estas nuevas tecnologías posibilitan que una voluntad ajena, en este caso la del médico o biólogo, determine el comienzo mismo de nuestra existencia temporal, lo que podríamos denominar el "punto cero" de nuestra vida. Además, la posibilidad de congelar embriones humanos, y de mantenerlos suspendidos en el tiempo, incide aún más profundamente en nuestra "dimensión temporal". De hecho, en España existen miles de embriones humanos (para algunos hasta 200.000) cuya trayectoria vital está quebrada y rota en el tiempo. La libertad radical a la que antes me refería, consistente en el respeto a la aleatoriedad y el azar que determinan el momento en el que surge nuestro ser en el tiempo, se nos es negada.

En el caso de la congelación, se podría afirmar que, de alguna manera, se nos roba nuestra biografía. Cuando alguien me congela y suspende mi proceso vital, me está quitando algo que me pertenece intrínsecamente, en virtud de mi naturaleza y de mi dignidad, mi presente y mi futuro. Todo ello, en última instancia, significa que se ha roto la simetría y reciprocidad que debe regir toda relación entre los seres humanos. Unos miembros de la especie han llegado a dominar a otros en relación a elementos y factores esenciales y vitales, negándoles, de ese modo, su dignidad.

Pero, en la actualidad, ya es posible, no sólo intervenir en la "dimensión temporal" sino, también decidir sobre la misma "dimensión espacial o corporal". Podemos elegir aquella que más responde a determinadas expectativas o deseos. De hecho, el denominado "diagnóstico preimplantatorio" puede ser entendido como una modalidad de "control de calidad" a través del cual se determina la calidad genética de un embrión. De esa manera se puede predecir, con mayor o menor probabilidad, si en el futuro seremos un individuo sano y sin problemas, o si, por el contrario, existen probabilidades de que tengamos defectos de origen genético. En el segundo caso es muy probable que nuestro destino sea la muerte.

El diagnóstico preimplantatorio, empleado en muchos procesos de fecundación in vitro, supone que, de nuevo, una decisión ajena decide sobre la continuidad de nuestro desarrollo vital y, además, sobre nuestra "dimensión espacial o corporal". Sólo podremos continuar viviendo en el caso de que nuestra constitución genética se adapte a determinados criterios de calidad. Por ello, con esta elección genética surge, de nuevo, una relación asimétrica, una especie de peculiar dominio. En virtud del mismo, alguien decide sobre qué caracteres genéticos son los más adecuados para nuestra vida y, en el caso de que no los tengamos, determina dar por finalizada nuestra trayectoria vital.

En España el diagnóstico preimplantatorio se realiza al amparo de la Ley de técnicas de reproducción asistida de 1988. Lo llamativo es que, a pesar de la gran carga eugenésica y abortiva que conlleva, ni tan siquiera ha sido objeto de debate público.

En definitiva, lo que hasta ahora nos era dado, y se entendía como fruto de la voluntad de Dios o del azar, es ya un ámbito en el que los demás pueden intervenir. De hecho, pueden tomar decisiones definitivas e irrevocables para nuestra vida. Ello, como he señalado al principio, supone, en general, la negación de la dimensión más esencial de nuestra libertad. En realidad, cuando un individuo toma por otro una determinación irreversible que afecta a su "dimensión temporal" o a su "dimensión corporal" se niega el primer presupuesto de la justicia: la igualdad y paridad ontológica entre los seres humanos. Ya no hay relación de simetría, sino de dominio, de propiedad. El ser humano dominado recibe el trato, no de persona, sino de cosa. Con ello, en definitiva, se niega su más esencial dignidad.

Frente a todo ello, considero que en la actualidad nos es imprescindible llegar a comprender el verdadero sentido de lo que está ocurriendo. Tenemos que reflexionar sobre el lugar que legítimamente corresponde a todo ser humano, sin exclusión, frente a las posibilidades que ofrece la biotecnología. Considero que, en buena medida, el destino de la humanidad vendrá fuertemente determinado por la respuesta a la pregunta de si el embrión humano merece ser tratado como una cosa o como un ser humano. Lo que estamos debatiendo es, en suma, la misma noción de naturaleza humana y el significado de su dignidad intrínseca. De la respuesta que demos a esta pregunta dependerá, en gran medida, el futuro (y el respeto) de nuestra naturaleza.

16 mayo 2005

ACERCA DE LA OBJECIÓN DE CONCIENCIA ANTE UNA LEY RADICALMENTE INJUSTA QUE CORROMPE LA INSTITUCIÓN DEL MATRIMONIO

[Publicamos la "Nota del Comité Ejecutivo de la Conferencia Episcopal Española. Acerca de la objeción de conciencia ante una ley radicalmente injusta que corrompe la institución del matrimonio." (5 de mayo de 2005). Es sorprendente, por decirlo de modo suave, que quienes corrompen y destruyen las instituciones jurídicas básicas de la sociedad, pidan ahora respeto y obediencia para una ley radicalmente injusta. Es interesante lo que ha dicho a este respecto Rafael Navarro Valls, Catedrático de la Universidad Complutense y autor del libro "Las objeciones de conciencia" considerado internacionalmente como uno de los mejores textos sobre esta materia: "... no es de recibo intentar disuadir a los objetores haciendo referencias amenazadoras «a la obligación de cumplir las leyes». Entre otras razones, como autorizadamente se ha dicho, «porque la ley, y su aplicación, están sujetos al respeto a los derechos fundamentales». Entre ellos el de libertad de conciencia. No se olvide que, cuando por estrictas razones de conciencia, se pone en marcha un mecanismo de base axiológica contrario a una ley, estamos ante planteamientos muy distintos de quien transgrede la ley para satisfacer un capricho o un interés bastardo. En el primer caso, el respeto al objetor paraliza los mecanismos represores de la sociedad." Publicado en el web site de la Conferencia Episcopal Española.]

#148 Hogar Categoria-Matrimonio y Familia

por el Comité Ejecutivo de la Conferencia Episcopal Española ____________________________

El Gobierno anunció hace un año su intención de regular civilmente el matrimonio de una manera desconocida hasta ahora para la Humanidad. Para casarse no importaría hacerlo con una persona del mismo sexo. En la legislación española el matrimonio dejaría de ser la indisoluble unión de vida y de amor de un hombre y de una mujer, abierta a la procreación, para convertirse en un contrato sin referencia alguna a la diferencia de sexos e incapaz, por tanto, de prestar a la sociedad el incomparable servicio de dar cauce a la complementariedad conyugal y de procrear y educar a los hijos. Ahora parece que el Parlamento se muestra dispuesto a aprobar esta nueva definición legal del matrimonio que, como es obvio, supondría una flagrante negación de datos antropológicos fundamentales y una auténtica subversión de los principios morales más básicos del orden social.

El 15 de julio de 2004 publicamos una Nota titulada "En favor del verdadero matrimonio". Allí explicábamos las razones que nos obligan a pronunciarnos en contra de este proyecto legal, dado que nos corresponde anunciar el evangelio de la familia y de la vida, es decir, la buena noticia de que el hombre y la mujer, uniéndose en matrimonio, responden a su vocación de colaborar con el Creador llamando a la existencia a los hijos y realizando de este modo su vocación al amor y a la felicidad temporal y eterna.

Hoy, ante la eventual aprobación inminente de una ley tan injusta, hemos de volver a hablar sobre las consecuencias que comportaría este nuevo paso. No es verdad que esta normativa amplíe ningún derecho, porque la unión de personas del mismo sexo no puede ser matrimonio. Lo que se hace es corromper la institución del matrimonio. Esa unión es en realidad una falsificación legal del matrimonio, tan dañina para el bien común, como lo es la moneda falsa para la economía de un país. Pensamos con dolor en el perjuicio que se causará a los niños entregados en adopción a esos falsos matrimonios y en los jóvenes a quienes se dificultará o impedirá una educación adecuada para el verdadero matrimonio. Pensamos también en las escuelas y en los educadores a quienes, de un modo u otro, se les exigirá explicar a sus alumnos que, en España, el matrimonio no será ya la unión de un hombre y de una mujer.

Ante esta triste situación, recordamos, pues, dos cosas. Primero, que la ley que se pretende aprobar carecería propiamente del carácter de una verdadera ley, puesto que se hallaría en contradicción con la recta razón y con la norma moral. La función de la ley civil es ciertamente más limitada que la de la ley moral, pero no puede entrar en contradicción con la recta razón sin perder la fuerza de obligar en conciencia.

En segundo lugar, y como consecuencia de lo anterior, recordamos que los católicos, como todas las personas de recta formación moral, no pueden mostrarse indecisos ni complacientes con esta normativa, sino que han de oponerse a ella de forma clara e incisiva. En concreto, no podrán votar a favor de esta norma y, en la aplicación de una ley que no tiene fuerza de obligar moralmente a nadie, cada cual podrá reivindicar el derecho a la objeción de conciencia. El ordenamiento democrático deberá respetar este derecho fundamental de la libertad de conciencia y garantizar su ejercicio.

Es nuestro deber hablar con claridad cuando en España se pretende liderar un retroceso en el camino de la civilización con una disposición legal sin precedentes y gravemente lesiva de derechos fundamentales del matrimonio y de la familia, de los jóvenes y de los educadores. Oponerse a disposiciones inmorales, contrarias a la razón, no es ir en contra de nadie, sino a favor del amor a la verdad y del bien de cada persona.

15 mayo 2005

HOMILÍA DE BENEDICTO XVI EN SAN JUAN DE LETRÁN

[Publicamos la traducción española de la homilía completa que el Santo Padre pronunció en la Basílica de san Juan de Letrán en la toma de posesión de la "Cathedra Romana" del Obispo de Roma, el 7 de mayo de 2005. En el web site de La Santa Sede están las versiones en italiano y en inglés.]

#147 Varios Categoria-Varios: Etica y Antropologia

por S.S. Benedicto XVI
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Este día, en el que por primera vez puedo sentarme en la cátedra del obispo de Roma, como sucesor de Pedro, es el día en el que en Italia la Iglesia celebra la fiesta de la Ascensión del Señor. En el centro de este día, encontramos a Cristo. Y sólo gracias a Él, gracias al misterio de su ascensión, logramos comprender el significado de la cátedra, que a su vez es el símbolo de la potestad y de la responsabilidad del obispo.

Entonces, ¿qué nos quiere decir la fiesta de la Ascensión del Señor? No nos quiere decir que el Señor se ha ido a algún lugar alejado de los hombres y del mundo. La Ascensión de Cristo no es un viaje en el espacio hacia los astros más remotos; pues en el fondo, también los astros están constituidos de elementos físicos como la tierra. La Ascensión de Cristo significa que ya no pertenece al mundo de la corrupción y de la muerte, que condiciona nuestra vida. Significa que pertenece completamente a Dios. Él, el Hijo Eterno, ha llevado nuestro ser humano a la presencia de Dios, ha llevado consigo la carne y la sangre de forma transfigurada.

El hombre encuentra espacio en Dios, a través de Cristo; el ser humano ha sido llevado hasta dentro de la vida misma de Dios. Y, dado que Dios abraza y sostiene a todo el cosmos, la Ascensión del Señor significa que Cristo no se ha alejado de nosotros, sino que ahora, gracias al hecho de estar con el Padre, está cerca de cada uno de nosotros, para siempre. Cada uno de nosotros puede tutearle, cada uno puede dirigirse a Él. El Señor se encuentra siempre al alcance de nuestra voz. Podemos alejarnos de Él interiormente. Podemos vivir dándole las espaldas. Pero Él nos espera siempre, y siempre está cerca de nosotros.

De las lecturas de la liturgia de hoy aprendemos también algo más sobre la manera concreta en la que el Señor se encuentra junto a nosotros. El Señor promete a sus discípulos su Espíritu Santo. La primera lectura nos dice que el Espíritu Santo será «fuerza» para los discípulos; el Evangelio añade que será guía hacia la Verdad plena. Jesús les dijo todo a sus discípulos, pues él es la Palabra viviente de Dios, y Dios no puede dar algo más que a sí mismo. En Jesús, Dios se nos dio totalmente a sí mismo, es decir, nos dio todo.

Además de esto, o junto a esto, no puede haber otra revelación capaz de comunicar algo más o de completar, en cierto sentido, la Revelación de Cristo. En Él, en el Hijo, se nos dijo todo, se nos dio todo. Pero nuestra capacidad de comprender es limitada; por este motivo la misión del Espíritu consiste en introducir a la Iglesia de manera siempre nueva, de generación en generación, en la grandeza del misterio de Cristo.

La Iglesia no presenta nada diferente o nuevo junto a Cristo; no hay ninguna revelación pneumática junto a la de Cristo, como algunos creen, no hay un segundo nivel de Revelación. No: «recibirá de lo mío», dice Cristo en el Evangelio (Juan 16, 14). Y, al igual que Cristo, sólo dice lo que escucha y recibe del Padre, el Espíritu Santo es intérprete de Cristo. «Recibirá de lo mío». No nos lleva a otros lugares, alejados de Cristo, sino que nos hace penetrar cada vez más adentro de la luz de Cristo. Por este motivo, la revelación cristiana es, al mismo tiempo, siempre antigua y siempre nueva. Por este motivo, todo se nos ha dado siempre y ya. Al mismo tiempo, toda generación, en el inagotable encuentro con el Señor, encuentro mediado por el Espíritu Santo, aprende siempre algo nuevo.

De este modo, el Espíritu Santo es la fuerza por la que Cristo nos hace experimentar su cercanía. Pero la primera lectura deja también un segundo mensaje: seréis mis testigos. Cristo resucitado tiene necesidad de testigos que se hayan encontrado con él, que le hayan conocido íntimamente a través de la fuerza del Espíritu Santo. Hombres que, habiéndole tocado con la mano, por así decir, puedan testimoniarle. Fue así como la Iglesia, familia de Cristo, creció desde «Jerusalén… hasta los confines de la tierra», como dice la lectura. A través de testigos se construyó la Iglesia, comenzando por Pedro y Pablo, por los Doce, hasta todos los hombres y mujeres que, llenos de Cristo, en el transcurso de los siglos, han vuelto a encender y encenderán de nuevo de manera siempre nueva la llama de la fe.

Todo cristiano, a su manera, puede y debe ser testigo del Señor resucitado. Cuando leemos los nombres de los santos, podemos ver cuántas veces ante todo han sido --y siguen siendo-- hombres sencillos, hombres de los que surgía --y surge-- una luz resplandeciente capaz de llevar a Cristo.

Pero esta sinfonía de testimonios está dotada también de una estructura claramente definida: a los sucesores de los apóstoles, es decir, a los obispos, les corresponde la responsabilidad pública de hacer que la red de estos testimonios permanezca con el pasar del tiempo. En el sacramento de la ordenación episcopal se les confiere la potestad y la gracia necesarias para ejercer este servicio. En esta red de testigos, al sucesor de Pedro le corresponde una tarea especial. Pedro expresó en primer lugar, en nombre de los apóstoles, la profesión de fe: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo» (Mateo 16, 16). Esta es la tarea de todos los sucesores de Pedro: ser la guía en la profesión de fe en Cristo, el Hijo del Dios vivo. La cátedra de Roma es, ante todo, cátedra de este credo.

Desde lo alto de esta cátedra, el obispo de Roma está obligado a repetir constantemente: «Dominus Iesus». «Jesús es el Señor», como escribió Pablo en sus cartas a los Romanos (10, 9) a los Corintios (1 Cor 12, 3). A los corintios, con particular énfasis, les dijo: «aun cuando se les dé el nombre de dioses, bien en el cielo bien en la tierra… para nosotros no hay más que un solo Dios, el Padre…; y un solo Señor, Jesucristo, por quien son todas las cosas y por el cual somos nosotros» (1 Cor 8, 5).

La cátedra de Pedro obliga a sus titulares a decir, como hizo Pedro en un momento de crisis de los discípulos, cuando muchos querían irse: «Señor, ¿donde quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios» (Juan 6, 68 y siguientes). Quien se sienta en la cátedra de Pedro tiene que recordar las palabras que el Señor dijo a Simón Pedro en la Última Cena: «… Y tú, cuando hayas vuelto, confirma a tus hermanos…» (Lucas 22, 32). El titular del ministerio petrino tiene que tener la conciencia de ser un hombre frágil y débil, como son frágiles y débiles sus propias fuerzas, necesitado constantemente de purificación y conversión.

Pero puede también tener la conciencia de que del Señor le viene la fuerza para confirmar a sus hermanos en la fe y mantenerles unidos en la confesión de Cristo, crucificado y resucitado. En la primera carta de san Pablo a los Corintios, encontramos la narración más antigua de la resurrección con que contamos. Pablo la retomó fielmente de los testigos. Esta narración habla en primer lugar de la muerte del Señor por nuestros pecados, de su sepultura, de su resurrección, que tuvo lugar al tercer día, y después dice: «se apareció a Cefas y luego a los Doce…» (1 Cor 15, 5). Una vez más, se resume así el significado del mandato conferido a Pedro hasta el final de los tiempos: ser testigo de Cristo resucitado.

El obispo de Roma se sienta en su cátedra para dar testimonio de Cristo. De este modo, la cátedra es el símbolo de la «potestas docendi», esa potestad de enseñanza que constituye una parte esencial del mandato de atar y desatar conferido por el Señor a Pedro y, después de él, a los Doce. En la Iglesia, la Sagrada Escritura, cuya comprensión crece bajo la inspiración del Espíritu Santo, y el ministerio de la interpretación auténtica, conferido a los apóstoles, se pertenecen mutuamente de manera indisoluble.

Allí donde la Sagrada Escritura es extraída de la voz viva de la Iglesia, se convierte en víctima de las disputas de los expertos. Ciertamente todo lo que éstos pueden decirnos es importante y precioso; el trabajo de los sabios nos es de notable ayuda para poder comprender el proceso vivo con el que creció la Escritura y comprender así su riqueza histórica. Pero la ciencia por sí sola no puede ofrecernos una interpretación definitiva y vinculante; nos es capaz de darnos, en la interpretación, esa certeza con la que podemos vivir y por la que también podemos morir. Para ello se necesita la voz de la Iglesia viva, de esa Iglesia confiada a Pedro y al colegio de los apóstoles hasta el final de los tiempos. Esta potestad de enseñanza da miedo a muchos hombres dentro y fuera de la Iglesia. Se preguntan si no es una amenaza a la libertad de conciencia, si no es una presunción que se opone a la libertad de pensamiento. No es así. El poder conferido por Cristo a Pedro y a sus sucesores es, en sentido absoluto, un mandato a servir. La potestad de enseñar, en la Iglesia, comporta un compromiso al servicio de la obediencia a la fe.

El Papa no es un soberano absoluto, cuyo pensamiento y voluntad son ley. Por el contrario, el ministerio del Papa es garantía de la obediencia a Cristo y a su Palabra. Él no debe proclamar sus propias ideas, sino vincularse constantemente y vincular a la Iglesia a la obediencia a la Palabra de Dios, ante los intentos de adaptarse y aguarse, así como ante todo oportunismo. Lo hizo el Papa Juan Pablo II, cuando ante todos los intentos, aparentemente benévolos, ante las erradas interpretaciones de la libertad, subrayó de manera inequívoca la inviolabilidad del ser humano, la inviolabilidad de la vida humana desde su concepción hasta la muerte natural. La libertad de matar no es una verdadera libertad, sino una tiranía que reduce el ser humano a la esclavitud. En sus grandes decisiones, el Papa es consciente de estar ligado a la gran comunidad de la fe de todos los tiempos, a las interpretaciones vinculantes desarrolladas a través del camino de peregrinación de la Iglesia. De este modo, su poder no está por encima, sino que está al servicio de la Palabra de Dios, y sobre él pesa la responsabilidad de hacer que esta Palabra siga haciéndose presente en su grandeza y resonando en su pureza, de manera que no se haga añicos con los continuos cambios de las modas.

La cátedra es --digámoslo una vez más-- símbolo de la potestad de enseñanza, que es una potestad de obediencia y de servicio, para que la Palabra de Dios --¡su verdad!-- pueda resplandecer entre nosotros, indicándonos el camino. Pero, al hablar de la cátedra del obispo de Roma, ¿cómo es posible dejar de recordar las palabras que san Ignacio de Antioquia escribió a los romanos? Pedro, procedente de Antioquia, su primera sede, se dirigió a Roma, su sede definitiva. Una sede que se convirtió en definitiva con el martirio que unió para siempre su sucesión con Roma.

Ignacio, por su parte, siendo obispo de Antioquia, se dirigía hacia el martirio que habría tenido que sufrir en Roma. En su Carta a los Romanos, se refiere a la Iglesia de Roma como la «que preside en el amor», expresión sumamente significativa. No sabemos con certeza lo que realmente quería decir Ignacio al utilizar estas palabras. Pero para la antigua Iglesia, la palabra amor, «ágape», hacía referencia al misterio de la Eucaristía. En este misterio, el amor de Cristo siempre se hace tangible entre nosotros. Aquí, Él se entrega siempre de nuevo. Aquí, Él se hace traspasar el corazón siempre de nuevo; Aquí, Él mantiene su promesa, la promesa según la cual, desde la Cruz, habría atraído a todos hacía sí. En la Eucaristía, nosotros mismos aprendemos el amor de Cristo.

Gracias a este centro y corazón, gracias a la Eucaristía, los santos han vivido, llevando el amor de Dios al mundo de formas y maneras siempre nuevas. ¡Gracias a la Eucaristía, la Iglesia renace siempre de nuevo! La Iglesia no es más que esa red --¡la comunidad eucarística!-- en la que todos nosotros, al recibir al mismo Señor, nos convertimos en un solo cuerpo y abrazamos a todo el mundo. Presidir en la doctrina y presidir en el amor, al final, tienen que ser una sola cosa: toda la doctrina de la Iglesia, al final, lleva al amor. Y la Eucaristía, como amor presente de Jesucristo, es el criterio de toda doctrina. Del amor dependen toda la ley y los profetas, dice el Señor (Mateo 22, 40). El amor es el cumplimiento de la ley, escribía san Pablo a los romanos (13, 10).

Queridos romanos, ahora soy vuestro obispo. ¡Gracias por vuestra generosidad, gracias por vuestra simpatía, gracias por vuestra paciencia! Como católicos, en cierto sentido, todos somos también romanos. Con las palabras del salmo 87, un himno de alabanza a Sión, madre de todos los pueblos, cantaba Israel y canta la Iglesia: «Se dirá de Sión: "uno por uno todos han nacido en ella"» (v. 5).

Del mismo modo, también nosotros podríamos decir: como católicos, en cierto sentido, todos hemos nacido en Roma. De modo que quiero tratar de ser, con todo el corazón, vuestro obispo, el obispo de Roma. Y todos nosotros queremos tratar de ser cada vez más católicos, más hermanos y hermanas en la gran familia de Dios, esa familia en la que no existen extranjeros.

Por último, quisiera dar las gracias de corazón al vicario para la diócesis de Roma, el cardenal Camillo Ruini, así como a los obispos auxiliares y a todos sus colaboradores. Doy las gracias de corazón a los párrocos, al clero de Roma, y a todos los que, como fieles, ofrecen su contribución para construir aquí la casa viva de Dios. Amén.