21 abril 2005

CONCELEBRACIÓN EUCARÍSTICA DE SU SANTIDAD BENEDICTO XVI CON LOS CARDENALES

[El nuevo Papa Benedicto XVI ha concelebrado ayer, 20 de abril, a las 9 de la mañana, su primera Misa como Romano Pontífice, rodeado de los 114 Cardenales que participaron junto a él en las votaciones del Cónclave. El marco fue la Capilla Sixtina y portaba la cruz de Juan Pablo II, como símbolo de continuidad. Al término de la Santa Misa, el Santo Padre dirigió su primer mensaje, pronunciado en latín, que duró alrededor de media hora. Se incluye aquí la traducción española publicada en Analisis Digital y al final la versión original en latín, con las referencias bibliográficas, publicada en el Bollettino-Sala Stampa della Santa Sede (20-IV-2005).]

#138 Varios Categoria-Varios: Etica y Antropologia

por Su Santidad el Papa Benedicto XVI
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1. Gracias y paz en abundancia para vosotros! En mi alma conviven en estas horas dos sentimientos contrastantes. Por una parte, un sentido de inadecuación y de turbación humana por la responsabilidad que me han confiado ayer de cara a la Iglesia universal, como sucesor del apóstol Pedro en esta sede de Roma. Por otra parte, siento viva en mí una gratitud profunda a Dios que, como nos hace cantar la liturgia, no abandona su rebaño, sino que lo conduce a través de los tiempos bajo la guía de aquellos que El mismo ha elegido vicarios de su Hijo y ha constituido pastores.

Queridísimos, este agradecimiento íntimo por un don de la misericordia divina prevalece en mi corazón a pesar de todo. Y considero este hecho una gracia especial que me ha concedido mi venerado predecesor Juan Pablo II. Me parece sentir su mano fuerte que estrecha la mía, me parece ver sus ojos sonrientes y escuchar sus palabras, dirigidas, en este momento, particularmente a mí: "¡No tengas miedo!".

La muerte del Santo Padre Juan Pablo II y los días siguientes, han sido para la Iglesia y para el mundo entero un tiempo extraordinario de gracia. El gran dolor por su desaparición y el sentido de vacío que ha dejado en todos se han templado con la acción de Cristo resucitado, que se ha manifestado durante largos días en la oleada coral de fe, de amor y de solidaridad espiritual, culminada en sus exequias solemnes.

Podemos decirlo: los funerales de Juan Pablo II han sido una experiencia verdaderamente extraordinaria en la que se ha percibido de alguna forma la potencia de Dios que, a través de su Iglesia, quiere formar con todos los pueblos una gran familia, mediante la fuerza unificadora de la Verdad y del Amor. En la hora de la muerte, conformado con su Maestro y Señor, Juan Pablo II coronó su largo y fecundo pontificado, confirmando en la fe al pueblo cristiano, reuniéndolo en torno a sí y haciendo sentirse más unida a la entera familia humana. ¿Cómo no sentirse sostenidos por este testimonio? ¿Cómo no advertir el aliento que procede de este acontecimiento de gracia?

2. Sorprendiendo toda previsión mía, la Providencia divina, a través del voto de los venerados padres cardenales, me ha llamado a suceder a este gran Papa. Vuelvo a pensar en estas horas en lo que sucedió en la región de Cesarea de Filipo hace dos mil años. Me parece escuchar las palabras de Pedro:"Tu eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo" y la solemne afirmación del Señor: "Tu eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia (...) Te daré las llaves del reino de los cielos".

¡Tu eres Cristo! ¡Tu eres Pedro! Me parece revivir la misma escena evangélica; yo, sucesor de Pedro, repito con trepidación las palabras trepidantes del pescador de Galilea y vuelvo a escuchar con emoción íntima la consoladora promesa del divino Maestro. Si es enorme el peso de la responsabilidad que cae sobre mis pobres hombros, es ciertamente desmesurada la potencia divina sobre la que puedo contar: "Tu eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia". Al elegirme como obispo de Roma, el Señor me ha querido vicario suyo, me ha querido "piedra" en la que todos puedan apoyarse con seguridad. A El pido que supla a la pobreza de mis fuerzas, para que sea valiente y fiel pastor de su rebaño, siempre dócil a las inspiraciones del Espíritu Santo.

Me dispongo a emprender este ministerio peculiar, el ministerio "petrino" al servicio de la Iglesia universal, con humilde abandono en las manos de la Providencia de Dios. Es a Cristo en primer lugar a quien renuevo mi adhesión total y confiada: "In Te, Domine, speravi; non confundar in aeternum!".

A vosotros, señores cardenales, con ánimo grato por la confianza que me habéis demostrado, os pido que me sostengáis con la oración y con la colaboración, constante, sapiente y activa. Pido también a todos los hermanos en el episcopado que estén a mi lado con la oración y con el consejo, para que pueda ser verdaderamente el "Servus Servorum Dei". Como Pedro y los otros apóstoles constituyeron por voluntad del Señor un único colegio apostólico, del mismo modo el sucesor de Pedro y los obispos, sucesores de los apóstoles -el Concilio lo ha reafirmado con fuerza- deben estar estrechamente unidos entre ellos. Esta comunión colegial, si bien en la diversidad de oficios y de funciones del Romano Pontífice y de los obispos, está al servicio de la Iglesia y de la unidad de la fe, de la que depende de manera notable la eficacia de la acción evangelizadora en el mundo contemporáneo. Por lo tanto, sobre este sendero en que han avanzado mis venerados predecesores, quiero proseguir preocupado únicamente de proclamar al mundo entero la presencia viva de Cristo.

3. Frente a mí está, en particular, el testimonio de Juan Pablo II. El deja una Iglesia más valiente, más libre, más joven. Una Iglesia que, según su enseñanza y su ejemplo, mira con serenidad al pasado y no tiene miedo del futuro. Con el Gran Jubileo se ha introducido en el nuevo milenio, llevando en las manos el Evangelio, aplicado al mundo actual a través de la autorizada re-lectura del Concilio Vaticano II. Justamente el Papa Juan Pablo II indicó ese concilio como "brújula" con la que orientarse en el vasto océano del tercer milenio. También en su testamento espiritual escribía: "Estoy convencido de que las nuevas generaciones podrán servirse todavía durante mucho tiempo de las riquezas proporcionadas por este Concilio del siglo XX".

Por lo tanto, yo también, cuando me preparo al servicio que es propio del sucesor de Pedro, quiero reafirmar con fuerza la voluntad decidida de proseguir en el compromiso de realización del Concilio Vaticano II, siguiendo a mis predecesores y en continuidad fiel con la tradición bimilenaria de la Iglesia. Este año cae el 40 aniversario de la conclusión de la asamblea conciliar (8 de diciembre de 1965). Con el pasar de los años los documentos conciliares no han perdido actualidad; por el contrario, sus enseñanzas se revelan particularmente pertinentes en relación con las nuevas instancias de la Iglesia y de la sociedad actual globalizada.

4. De manera muy significativa, mi pontificado se inicia mientras la Iglesia vive el año especial dedicado a la Eucaristía. ¿Cómo no ver en esta coincidencia providencial un elemento que debe caracterizar el ministerio al que estoy llamado? La Eucaristía, corazón de la vida cristiana y fuente de la misión evangelizadora de la Iglesia, no puede dejar de constituir el centro permanente y la fuente del ministerio petrino que Nos ha sido confiado.

La Eucaristía hace presente constantemente a Cristo resucitado, que sigue entregándose a nosotros, llamándonos a participar en la mesa de su Cuerpo y su Sangre. De la comunión plena con El, brota cada uno de los elementos de la vida de la Iglesia, en primer lugar la comunión entre todos los fieles, el compromiso de anuncio y testimonio del Evangelio, el ardor de la caridad hacia todos, especialmente hacia los pobres y los pequeños.

En este año, por lo tanto, se tendrá que celebrar con relieve particular la solemnidad del Corpus Christi. La Eucaristía constituirá el centro de la Jornada Mundial de la Juventud en Colonia y en octubre, de la Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos, cuyo tema será: "La Eucaristía, fuente y cumbre de la vida y la misión de la Iglesia".

Pido a todos que intensifiquen en los próximos meses el amor y la devoción a Jesús Eucaristía y que expresen con valentía y claridad la fe en la presencia real del Señor, sobre todo mediante la solemnidad y la dignidad de las celebraciones.

Lo pido de modo especial a los sacerdotes, en los que pienso en este momento con gran afecto. El sacerdocio ministerial nació en el Cenáculo, junto con la Eucaristía, como tantas veces subrayó mi venerado predecesor Juan Pablo II. "La existencia sacerdotal ha de tener, por un título especial, 'forma eucarística', escribió en su última carta para el Jueves Santo. A este fin contribuye sobre todo la devota celebración cotidiana de la Santa Misa, centro de la vida y de la misión del cada sacerdote.

5. Alimentados y sostenidos por la Eucaristía, los católicos no pueden dejar de sentirse estimulados a tender a aquella plena unidad que Cristo deseó ardientemente en el Cenáculo. El Sucesor de Pedro sabe que tiene que hacerse cargo de modo muy particular de este supremo deseo del Maestro divino. A El se le ha confiado la tarea de confirmar a los hermanos.

Plenamente consciente, por tanto, al inicio de su ministerio en la Iglesia de Roma que Pedro ha regado con su sangre, su actual sucesor asume como compromiso prioritario de trabajar sin ahorrar energías en la reconstitución de la unidad plena y visible de todos los seguidores de Cristo. Esta es su ambición, este es su acuciante deber. Es consciente de que para ello no bastan las manifestaciones de buenos sentimientos. Son precisos gestos concretos que entren en los ánimos y remuevan las conciencias, llevando a cada uno a aquella conversión interior que es el presupuesto de todo progreso en el camino del ecumenismo.

El diálogo teológico es necesario. También es indispensable profundizar en la motivaciones históricas de decisiones tomadas en el pasado. Pero lo que más urge es aquella "purificación de la memoria", tantas veces evocada por Juan Pablo II, que únicamente puede preparar los ánimos a acoger la plena verdad de Cristo. Cada uno debe presentarse ante Dios, Juez supremo de todo ser vivo, consciente del deber de rendirle cuentas un día de lo que ha hecho o no ha hecho por el gran bien de la unidad plena y visible de todos sus discípulos.

El actual Sucesor de Pedro se deja interpelar en primera persona por esta pregunta y está dispuesto a hacer todo lo posible para promover la fundamental causa del ecumenismo. Siguiendo a sus predecesores, está plenamente determinado a cultivar todas las iniciativas que puedan ser oportunas para promover los contactos y el entendimiento con los representantes de las diversas iglesias y comunidades eclesiales. A ellos, envía también en esta ocasión, el saludo más cordial en Cristo, único Señor de todos.

6. Vuelvo con la memoria en este momento a la inolvidable experiencia que hemos vivido todos con ocasión de la muerte y del funeral por el llorado Juan Pablo II. Junto a sus restos mortales, colocados en la tierra, se recogieron los jefes de las naciones, personas de todas las clases sociales, y especialmente jóvenes, en un inolvidable abrazo de afecto y admiración. El mundo entero clavó su mirada en él con confianza. A muchos les pareció que aquella intensa participación, amplificada hasta los confines del planeta por los medios de comunicación social, fuese como una petición común de ayuda dirigida al Papa por parte de la humanidad, que turbada por incertidumbres y temores, se interroga sobre su futuro.

La Iglesia de hoy debe reavivar en sí misma la conciencia de la tarea de volver a proponer al mundo la voz de Aquel que ha dicho: "Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no caminará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida". Al emprender su ministerio, el nuevo Papa sabe que su deber es hacer que resplandezca ante los hombres y mujeres de hoy la luz de Cristo: no la propia luz, sino la de Cristo.

Con esta conciencia me dirijo a todos, también a aquellos que siguen otras religiones o que simplemente buscan una respuesta a las preguntas fundamentales de la existencia y todavía no la han encontrado. Me dirijo a todos con sencillez y afecto, para asegurar que la Iglesia quiere seguir manteniendo con ellos un diálogo abierto y sincero, la búsqueda del verdadero bien del ser humano y de la sociedad.

Invoco de Dios la unidad y la paz para la familia humana y declaro la disponibilidad de todos los católicos a cooperar en un auténtico desarrollo social, respetuoso de la dignidad de todos los seres humanos.

No ahorraré esfuerzos y sacrificio para proseguir el prometedor diálogo iniciado por mis venerados predecesores, con las diversas civilizaciones, para que de la comprensión recíproca nazcan las condiciones para un futuro mejor para todos.

Pienso en particular en los jóvenes. A ellos, interlocutores privilegiados del Papa Juan Pablo II, dirijo mi afectuoso abrazo en espera -si Dios quiere-, de encontrarles en Colonia, con motivo de la próxima Jornada Mundial de la Juventud. Queridos jóvenes, futuro y esperanza de la Iglesia y de la humanidad, seguiré dialogando y escuchando vuestras esperanzas para ayudaros a encontrar cada vez con mayor profundidad a Cristo viviente, el eternamente joven.

7. Mane nobiscum, Domine! ¡Señor, quédate con nosotros! Esta invocación, que es el tema dominante de la carta apostólica de Juan Pablo II para el Año de la Eucaristía, es la oración que brota de modo espontáneo de mi corazón, mientras me dispongo a iniciar el ministerio al que me ha llamado Cristo. Como Pedro, también yo renuevo a Dios mi promesa de fidelidad incondicional. Quiero servir solo a El, dedicándome totalmente al servicio de su Iglesia.

Invoco la materna intercesión de María Santísima para que sostenga esta promesa. En sus manos pongo el presente y el futuro de mi persona y de la Iglesia. Que intercedan también los santos apóstoles Pedro y Pablo y todos los santos.

Con estos sentimientos imparto a vosotros, venerados hermanos cardenales, a quienes participan en este rito y a cuantos lo siguen mediante la radio y la televisión una especial y afectuosa bendición.

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(versión original en latín)

Venerabiles Fratres Nostri,dilectissimi Fratres ac Sorores in Christo,vos universi homines bonae voluntatis!

1. Gratia copiosa et pax vobis! (cfr 1 Pt 1,2). Duo animum Nostrum discordes sensus hoc tempore una simul subeunt. Nam ex una parte humano turbamento perfundimur et impares Nos sentimus officio hesterno die Nobis commisso, Successoribus scilicet Petri Apostoli hac in Romana Sede, coram universali Ecclesia. Ex altera autem parte magnopere animum gratum esse Deo patefaciendum animadvertimus, qui - sicut in sacra liturgia canimus - gregem suum non deserit sed eundem per temporum vices ducit, iis agentibus quos ipse Filii sui vicarios elegit constituitque pastores (cfr Praefatio I de Apostolis).


Dilectissimi, intimus animi grati sensus propter divinae misericordiae donum in corde Nostro praeter omnia antistat. Et id arbitramur gratiam esse peculiarem, quam Decessor Noster, recolendae memoriae, Ioannes Paulus Secundus Nobis tribuit. Eius videmur firmam persentire manum, quae Nostram perstringit; subridentes Nobis videmur eius oculos contueri eiusque verba audire, Nobis peculiari hoc momento destinata: "Noli timere!".

Summi Pontificis Ioannis Pauli Secundi obitus, et subsequentes dies, pro Ecclesia mundoque insigne fuerunt gratiae tempus. Magnus dolor ob eius excessum et vacui sensus in omnibus relictus Christi resuscitati opera extenuantur, quae per concordem fidei, amoris et spiritalis solidarietatis effusionem, exsequiarum sollemnium attingentis fastigium, diuturno hoc tempore est patefacta.
Id quidem dicere possumus: Ioannis Pauli Secundi funus experientia fuit revera unica ubi quodammodo potentiae Dei percepta est per ipsius Ecclesiam quae cunctos populos magnam familiam efficere vult, per coniungentem virtutem Veritatis atque Amoris (cfr Lumen Gentium, 1). Mortis hora, suo Magistro Dominoque figuratus, Ioannes Paulus Secundus suum diuturnum frugiferumque Pontificatum extulit, in fide christianum populum confirmans, eundem circum se congregans atque efficiens ut universa hominum familia coniunctiorem se esse sentiret.

Nonne hac testificatione Nos sustentari sentimus? Nonne incitamentum, quod ex eventu hoc manat, animadvertimus?

2. Omnem Nostram praeveniens exspectationem, Providentia divina per Venerabilium Patrum Cardinalium suffragia Nos, ut huic magno Pontifici succederemus, vocavit. Hoc tempore mentem Nostram ad id convertimus quod abhinc duo milia annorum in partibus accidit Caesareae Philippi. Petri verba audire videmur: "Tu es Christus, Filius Dei vivi" itemque Domini sollemnem confirmationem: "Tu es Petrus, et super hanc petram aedificabo Ecclesiam meam ... Tibi dabo claves regni caelorum" (Mt 16, 15-19).

Tu es Christus! Tu es Petrus! Eandem evangelicam scaenam rursus experiri videmur; Nos Petri Successores, trepidantes Galilaeae piscatoris trepidantia verba iteramus atque intima quadam animi affectione roborantem divini Magistri promissionem rursus audimus. Si permagnum est muneris onus, quod debilibus umeris Nostris imponitur, procul dubio immensa est divina potentia qua inniti possumus: "Tu es Petrus et super hanc petram aedificabo Ecclesiam meam" (Mt 16,18). Romae Episcopum Nos eligens, suum Vicarium Nos voluit Dominus, "petram" Nos voluit, in qua securi omnes sistere possint. Eum nimirum rogamus ut Nostrarum virium egestati subveniat, ut animosi simus et fideles eius gregis Pastores, usque Spiritui inspiranti obsequentes.

Hoc peculiare ministerium sumus ingressuri, ministerium scilicet ‘petrinum’, universali Ecclesiae destinatum, humiliter Dei Providentiae manibus Nos permittentes. Ante omnia Christo Nostram totam fidentemque adhaesionem renovamus: "In Te, Domine, speravi; non confundar in aeternum!".

Ex vobis, Venerabiles Cardinales Fratres, grato animo ob Nobis significatam fiduciam quaerimus ut Nos precatione necnon constanti, actuosa prudentique cooperatione sustentetis. Ab omnibus quoque in Episcopatu Fratribus flagitamus ut precatione et consilio Nobis adsint, ut Servus servorum Dei vere simus. Quemadmodum Petrus ceterique Apostoli Domini voluntate unum efformarunt Collegium apostolicum, eodem quidem modo Petri Successor et Episcopi, Apostolorum successores, - id Concilium firmiter confirmavit (cfr Lumen gentium, 22) -, inter se arte coniuncti esse debent. Collegialis haec communio, licet diversa sint munera officiaque Romani Pontificis et Episcoporum, Ecclesiae et unitati in fide omnium credentium inservit, unde maximam partem pendet in huius temporis mundo evangelizationis operae efficacitas. Hanc eandem semitam, in qua Venerabiles Decessores Nostri ambularunt, calcare quoque Nos volumus, universo mundo praesentiae vivae Christi de proclamatione tantummodo solliciti.

3. Nostros ante oculos Ioannis Pauli Secundi Pontificis potissimum obversatur testimonium. Animosiorem, liberiorem iunioremque Ecclesiam relinquit, Ecclesiam scilicet quandam quae, ad eiusdem doctrinam et exemplum, tranquille praeteritum tempus contuetur quaeque futurum aevum haud timet. Per Magnum Iubilaeum ea in novum est ingressa millennium gerens manibus suis Evangelium directum ad hodiernum orbem per iteratam lectionem magna cum auctoritate Concilii Vaticani Secundi. Iustissima quidem de causa Pontifex Ioannes Paulus Secundus Ecclesiae in Concilio illo demonstravit indicem seu ut dicitur quasi "nauticam pyxidem", qua in vasto mari tertii millennii dirigeretur (cfr Litt. Ap. Novo millennio ineunte, 57-58). In suo spiritali quoque Testamento scripsit: "Persuasum mihi habeo advenientes homines diutius etiam quaedam sumpturos ex divitiis illis quas hoc Concilium saeculi vicesimi nobis est elargitum" (17.III.200).

Nos quoque propterea munus ingredientes quod est proprium Successoris Petri, firmam certamque voluntatem declarare volumus Concilii Vaticani Secundi continuandi exsecutionem, Praegredientibus Decessoribus Nostris, atque in fideli perpetuitate duorum milium annorum Ecclesiae traditionis. Hoc ipso anno conciliaris congressionis conclusae recoletur memoria anniversaria quadragesima (die octavo mensis Decembris anno millesimo nongentesimo sexagesimo quinto). Annorum decursu Concilii Documenta hodierni temporis haud amiserunt vim; immo eorum doctrina pro novis Ecclesiae praesentisque societatis globalizatae, ut aiunt, postulationibus admodum evadit apta.

4. Quadam cum significatione Noster Pontificatus incohatur, dum peculiarem Annum Eucharistiae dicatum vivit Ecclesia. Nonne provida in haec temporum convenientia indicium quoddam est percipiendum, quod ministerium notare debet cui sumus vocati? Eucharistia, vitae christianae cor ac Ecclesiae evangelizantis fons, necessario permanentem mediamque partem constituit et fontem petrini ministerii, Nobis commissi.

Eucharistia continenter Christum resuscitatum efficit praesentem, qui nobis pergit se tradere, nos vocans sui Corporis Sanguinisque ad mensam communicandam. Ex eius plena communione aliud quiddam Ecclesiae vitae oritur, communio videlicet in primis inter omnes Christifideles, nuntiandi Evangeliique testificandi munus, in omnes, potissimum in pauperes parvulosque, caritatis ardor.
Hoc anno idcirco singulari modo celebranda erit Sollemnitas Corporis Domini. Praeterea media pars Eucharistiae erit mense Augusto in Die Mundiali Iuventutis Coloniae et mense Octobri in Coetu Ordinario Synodi Episcoporum quae versabitur in argumento: "Eucharistia vitae ac missionis Ecclesiae fons et culmen". Ab omnibus propterea rogamus ut proximis mensibus amorem pietatemque erga Iesum in Eucharistia multiplicent ac fortiter et luculenter fidem suam declarent in realem Domini praesentiam, imprimis per sollemnitatem et rectitudinem celebrationum.

Id peculiarem in modum a Sacedotibus postulamus, quibus nunc magnus Nostri animi affectus dirigitur. Sacerdotium quippe ministeriale in Cenaculo una cum Eucharistia enatum est, quemadmodum saepenumero confirmavit Decessor Noster Ioannes Paulus Secundus, veneratae memoriae. "Sacerdotalis exsistentia peculiari titulo «eucharisticam formam» habere debet": sic in novissima Epistula in Feria V in Cena Domini scripsit (n.1). Ad id propositum multum confert ante omnia celebratio quotidie devota sacrificii eucharistici, quod est veluti centrum vitae ac missionis cuiusque sacerdotis.

5. Nutriti atque sustentati Eucharistia ipsa catholici necessario se impelli sentiunt ad plenam illam unitatem quam in Cenaculo Christus tam vehementer exoptavit. Petri itaque Successor se debere novit recipere hoc supremum Magistri Divini desiderium in se et quidem peculiari modo. Etenim officium illi est concreditum confirmandi fratres (cfr Lc 22,32).

Plena propterea conscientia ineunte ministerio suo intra Ecclesiam Romanam quam Petrus suo irrigavit sanguine, hodiernus ipsius Successor accipit tamquam primarium quoddam munus ut laboribus nihil parcens det operam restituendae plenae visibilique unitati omnium Christi discipulorum. Haec est eius voluntas, hoc ipsius etiam obstringens officium. Sibi enim conscius est, ut hoc obtineatur, non sufficere bonorum sensuum declarationes. Solida opera postulantur quae animos penetrent atque conscientias excitent, unumquemque ad illam interiorem conversionem permoventia quae est fundamentum omnium progressuum in oecumenismi via.
Pernecessarius est dialogus theologicus pariterque poscitur investigatio causarum historicarum in quibusdam consiliis iam pridem captis. Magis tamen urget illa "memoriae purgatio" totiens a Ioanne Paulo Secundo commemorata, quae sola homines disponere potest ad plenam Christi veritatem. Coram eo, Supremo videlicet Iudice omnium viventium, quisque nostrum sistere debet conscius se aliquando rationem reddere ei debere omnium quae fecerit et omiserit de permagno bono plenae et visibilis unitatis omnium eius discipulorum.
Hic Petri Successor illa interrogatione patitur se etiam in prima persona interpellari paratusque est ad ea omnia efficienda quae potuerit ut principalem oecumenismi causam promoveat. Decessorum suorum vestigiis ingressus plane provehere in animo habet omne inceptum quod opportunum videri possit ad consortium et consensum adiuvandum cum diversarum Ecclesiarum et Communitatum ecclesialium legatis. Ad eos immo vero etiam hac data opportunitate fervidissimam suam mittit in Christo unico Domino universorum salutationem.

6. Hoc temporis momento repetimus nostra memoria inestinguibilem experientiam quam omnes habuimus in morte et exsequiis Pontificis complorati Ioannis Pauli Secundi. Circa exuvias mortales eius in nuda terra repositas Capita Nationum conglobata sunt, homines cuiusvis socialis ordinis ac praesertim iuvenes in memorabili affectus et admirationis amplexu. Fidens ad illum respexit orbis totus. Multis quidem visa est haec intenta communicatio, propagata usque ad orbis fines per communicationis socialis instrumenta veluti chorus ad Pontificem directus et auxilium expetens pro hominibus nostri temporis qui dubiis timoribusque conturbati sua interrogant de aetate ventura.

Ecclesia horum dierum in se conscientiam renovare debet sui officii hominibus iterandi vocem eius qui dixit: "Ego sum lux mundi; qui sequitur me, non ambulabit in tenebris, sed habebit lucem vitae" (Io 8,12). Suum ideo ministerium suscipiens Pontifex novus probe intellegit opus suum esse ut refulgere sinat coram viris ac mulieribus hodiernis Christi lucem: non suam, verum Christi ipsius lucem.
Haec omnia cogitantes appellamus omnes, etiam illos qui alias sequuntur religiones vel qui solummodo responsionem conquirunt interrogationi fundamentali de exsistentia humana necdum eam invenerunt. Simpliciter atque amanter omnes alloquimur ut iis confirmemus Ecclesiam velle cum illis dialogum apertum sincerumque componere dum verum quaeritur hominis ac societatis bonum.
A Deo flagitamus unitatem ac pacem hominum familiae et declaramus catholicos omnes paratos esse ad operam adiutricem suam conferendam in verum progressum socialem qui dignitatem omnis hominis revereatur.

Viribus Nostris non parcemus neque studiis ut magnae spei dialogum prosequamur a Nostris Venerabilibus Decessoribus incohatum cum diversis culturis ut ex mutua comprehensione condiciones melioris venturi temporis omnibus oriantur.

Nominatim cogitamus adulescentes. Ad eos qui fuerunt interlocutores praecipui Pontificis Ioannis Pauli Secundi extenditur peramanter amplexio Nostra, cum exspectamus, si placuerit Deo, dum eos Coloniae conveniamus proximo nempe Mundiali Iuventutis Die. Vobiscum - carissimi adulescentes - qui estis futura aetas et Ecclesiae totiusque mundi spes, pergemus colloqui et exspectationes vestras exaudire unde possimus adiuvare vos ad altius usque Christum viventem cognoscendum qui sempiternus est Iuvenis.

7. Mane nobiscum, Domine! Invocatio haec, quae argumentum principale efficit Epistulae Apostolicae Ioannis Pauli Secundi pro Eucharistiae Anno, est etiam precatio quae sua sponte Nostro surget ex animo, dum comparamus Nos ad ministerium illud incipiendum in quod Christus Nos advocavit. Ei Nos, sicut Petrus, quoque fidelitatem Nostram sine ulla condicione promissam renovamus. Ei uni servire cogitamus Nosque totos eius Ecclesiae ministerio devovere.

Ut haec suffulciatur promissio maternam deprecationem Mariae Sanctissimae invocamus, cuius in manibus tum praesens tum futurum tempus Personae Nostrae atque Ecclesiae reponimus. Intercedant deprecatione pariter sua sancti Apostoli Petrus et Paulus, ceterique caelites universi.

His cum affectibus vobis, Venerabiles Cardinales Fratres, singulis qui huius ritus sunt participes nec non omnibus qui per televisionem et radiophonium sequuntur, amantem Nostram Benedictionem impertimur.

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